No tanto como quería

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—¿Tapaste mi marca? —susurró Gabriel con la mandíbula tensa.

—Vete a la mierda —masculló la viajera incómoda, cubriéndose los labios con una mano, fingiendo que iba a toser.

El antiguo Caribe dio un silbido bajo y prolongado.

—Te volveré a marchar —dijo él mientras tocaba la campanilla para pedir más vino. Cris pudo ver un brillo de diversión en sus ojos, lo que provocó que su corazón se saltara algunos latidos.

—Te mataré —contestó ella con voz seca—. Maldito enfermo. Si te atreves a tocarme de nuevo, lo haré.

—Entonces, deja de jugar conmigo—replicó Gabriel girándose para mirarla de frente, le sonrió de nuevo, esta vez con aire sombrío—. No haces más que provocarme—añadió en tono desenfadado.

La viajera frunció el entrecejo e hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Como si me importaran tus podridos sentimientos —dijo Cris con ironía.

Gabriel ejecutó un movimiento sutil pero firme. Sus dedos se deslizaron con rapidez bajo la mesa. Y en un instante, Crismaylin sintió su mano atrapada en un agarre férreo. Gabriel presionó los dedos con una intensidad que iba más allá de lo físico; era una afirmación de control, un recordatorio. Crismaylin miró fijamente a Gabriel, y la impotencia y la ira se apoderaron de ella.

—¡Suélteme! —Siseó Cris. Los dedos de Gabriel parecían de acero y no le prestó ninguna atención a los esfuerzos que hizo la viajera por liberarse. Incluso cuando la mesa comenzó a estremecerse de forma sutil con cada esfuerzo de Crismaylin.

A pesar de los esfuerzos de Federica, quien buscaba desviar la atención mediante distracciones verbales y gestos amistosos, sus palabras resonaban en un ambiente tenso. Al igual que Francisco y Diego que intentaban mantener la atención de Crescencio. Los rostros de los presentes reflejaban una mezcla de incomodidad y curiosidad.

—¿Crees que no tengo idea de qué ese mugroso taíno estuvo contigo en Cotuí? —El antiguo Caribe exhaló una sonrisa tensa, una que le atravesó el estómago a Cris, a quien se le secó la boca al tiempo que un puño se atravesaba profundamente en su pecho.

Gabriel no pudo evitar sentir celos. Cada vez que Crismaylin intentaba escapar de su mirada, la certeza de su rechazo alimentaba la llama de su furia.

—¡Qué locuras estás diciendo! —expresó la viajera mientras le clavaba las uñas en la piel.

—Estoy al tanto de todo lo que haces—dijo Gabriel con voz serena, ignorando el dolor mezclado con el placer que le provocaba las uñas de Cris. Luego, giró la cabeza para mirarla a los ojos, sin importarle los presentes y, inclinándose, le susurró—. Una de mis mayores fantasías es poseerte mientras Turey yace muerto en medio de un gran charco de sangre. Te imagino envolviendo tus piernas a mi alrededor mientras me hundo hasta la empuñadura. Te follaré como un endemoniado mientras lloras por la muerte del malnacido de tu amante.

Solo se oyó un gemido sofocado, y el horrible ruido de alguien a quien ahogaba.

Gabriel le soltó la mano y se levantó de la silla para ofrecer un brindis y así calmar la tensión en la sala. Cris, indignada, pasó la servilleta de tela por la mano, como si quería borrar su huella de su piel. María de Toledo fingió prestarle atención a la conversación sin sentido que mantenía su esposo, sin embargo, no se perdió ningún detalle de lo ocurrido, sin poder comprender era cual era la verdadera relación entre ambos.

Mientras la cena continuaba, Crismaylin intentaba disimular la incomodidad; la tensión en sus hombros hablaba de la lucha interna que estaba librando. Después de aproximadamente media hora, Gabriel y Federica guiaron a los asistentes al gran salón. Se sentaron juntos bajo el dosel de ceremonia mientras los invitados se acomodaban en las sillas de la sala de baile, María de Toledo, por su parte, todavía no había sacado ninguna conclusión sobre lo que acababa de presenciar.

Atrapada en el tiempo : Ecos de amor taínoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora