Capítulo 13

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Cuando me desperté, me sentía como si alguien me hubiera taladrado la cabeza. Tenía los ojos legañosos, el cuerpo cansado y la resaca palpitándome en las sienes. Solté unos quejidos, parpadeé mucho hasta que mi visión se esclareció y entendí el mundo a mi alrededor.

Me encontraba recostada sobre los cojines dentro de la casita del árbol.

El sol brillaba con una intensidad fastidiosa.

Me fregué los ojos, y vi que Adrik no estaba por ningún lado. Le resté importancia, y me dirigí a la casa para tomar un café con leche.

Era adicta al café con leche.

Atravesé la puerta trasera y descubrí que los que quedaban de la fiesta habían decidido desayunar en el jardín. En una mesita muy de pícnic, estaban sentados Aegan, Aleixandre, su tapadera/cita Laila, Artie, Owen y su chica de la fiesta.

—¿Cómo va la vida? —saludo llegando.

—Mejor que a ti seguro —se burla de mi cara adormilada Owen y yo le doy un golpe—. Auch.

—¿Dónde estabas? —inquiere Aegan enarcando una ceja.

—Voy a mantener esa información en privado temporalmente.

—¿Con quién estuviste?

—Con Jude —resumo y ellos me ven sorprendidos—. Yo nunca aclaré que fuera hetero.

—No digas estupideces... —pronuncia Aegan intentando convencerse a sí mismo.

—Jam... —todos volteamos a ver quien había abierto la puerta.

Era Jude. Semi desnuda.

Se detuvo un momento y nos miró con su más esplendorosa cara de palo. Nosotros la observamos fijamente, entre sorprendidos y desconcertados. Aegan le repasó sorprendido. Incluso Aleixandre masticó lentamente, como si estuviera tratando de imaginar una historia que justificara mi aspecto.

Los ojos llameantes de consternación de Aegan la siguieron hasta que cogió una tostada de la cesta que había en el centro.

—Buenos días —les dijo a todos, asintió y siguió caminando hacia el interior de la casa.

En cuanto se iba, Aegan salió detrás de ella y yo, agudicé mi oído para escuchar lo que decían.

—¿Qué te ha pasado? —soltó, ceñudo y aparentemente disgustado—. ¿Dónde estuviste?

—No vuelvas a tocarme nunca más en tu asquerosa vida —le advirtió.

Sus oscuras cejas se hundieron todavía más. Por un instante, incluso pareció confundido por mis palabras, pero después eso desapareció. Sus ojos adoptaron un brillo que denotaba satisfacción, como si esa fuera la reacción que él esperaba.

—¿Por qué no? —dijo.

—¿Cómo averiguaste lo de mi madre? —le preguntó—. ¿Es uno de tus caprichos investigar a todas tus novias?

Aegan alzó las cejas, falsamente sorprendido.

—¿Por qué lo preguntas tan enfadada?

—¡Respóndeme! —le gritó.

Se encogió de hombros con una encantadora indiferencia.

—Si algo me sobra son contactos —alardeó—. Digamos que me gusta saber a qué me enfrento.

—¿Una madre enferma parece peligrosa para ti? —rebatió—. ¿Temiste que se levantara de la cama y viniera a poner en duda tu superioridad?

—Mi intención es demostrarte que estoy dispuesto a ayudarte en lo que sea —mintió, y usó la carta de «mosquita muerta» en ese momento.

—Me conmueve tu bondad. Pero ¿qué tal si me ayudas manteniéndola lejos de todo esto?

Aegan alzó otra vez las cejas y fingió asombro. Le quedaban bastante bien las expresiones teatrales.

—¿Llamas «esto» a nuestra increíble relación? —replicó con una falsa nota de sufrimiento—. Por Dios, Jude, debo admitir que me duele. No soy más que un novio preocupado.

—Novio —repitió en un resoplido absurdo y amargo. La palabra había sonado espantosa en su boca, como un castigo, una tortura, lo que únicamente le desearías a tu peor enemigo—. Mira, Aegan, lo de anoche fue la gota que colmó el vaso; ya no quiero...

—¡Jude! —me interrumpió bruscamente la voz de Artie.

Tanto él como ella giramos las cabezas muy rápido. La vi bajar las escaleras a toda velocidad, ya vestida con su ropa. ¡¿Cómo osaba interrumpir esa maravillosa discusión?!

—Un momento, Artie —le pidió para poder terminar de dejarle a Aegan las cosas bien claras.

Ella negó con la cabeza.

—Puedes hablar con Aegan después de que te bañes y te vistas —dijo, y le hizo un gesto con los ojos, pero estaba tan furiosa que no lo captó muy bien, así que se negó:

—No, es que tengo que...

—Lo que sea que le tengas que decir puede esperar —insistió, y al llegar a su lado, le puso las manos sobre los hombros y le empujó con fuerza hacia las escaleras—. Porque tengo algo que mostrarte.

Entonces entendí que era muy importante. Y ahora quería saber que era, pero si iba para ver que hacían Aegan me frenaría.

—Ya deja de esforzarte por escuchar, se fueron lejos —me dice Owen.

—Cállate, tú no sabes nada.

—¿Ahora que hice?

—Te comiste mi pizza.

—Ah, pensé que ya lo habías superado.

—No, y ahora no te hablaré hasta que me compres otra.

—No actúes como una niña —volteo mi cara y miro a Aleix con ojos de cachorro abandonado.

—Owen, cómprale una pizza —ordena este.

—Pero solo comí una porción, no toda la pizza.

—Pues te jodes —digo.

—¿No que no me ibas a hablar?

—Aleix, dile que se vaya al carajo.

—Dice Alessan...

—Ya la oí.

—¿Alguien vio a Driki? —cambio de tema.

—No —niegan todos.

¿Dónde carajos se habrá metido? 

La melliza de Adrik CashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora