Capítulo 8

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El día de hoy, Aegan iba a montar una escenita seguro, por lo cual Adrik y yo estábamos en camino, en cuanto escuchamos una conversación del susodicho con Jude.

—Tengo algo para ti.

Él, le entregó una caja blanca. Medio desconfiada, abrió la tapa, sacó lo que había dentro y lo contemplé desde mi lugar: un biquini que tenía estampados unos dibujos de pequeñas bananas.

—No fue difícil adivinar tu talla —comentó él, divertido.

Tarado.

—¿Para qué es esto? —preguntó, ignorando su comentario y mirándolo alternativamente a él y a la prenda—. ¿Ahora quieres un desfile sobre caballos?

—Para la piscina. —Soltó una risa muy tranquila.

—Aquí no hay piscina.

—Claro que la hay —dijo con obviedad—. Bueno, antes no. Es algo que incluimos el año pasado, cuando remodelamos la terraza. Puedes usar el baño para cambiarte.

—No quiero ponérmelo —negó de inmediato.

Él dio un paso adelante. Alzó su mano y le pellizcó la mejilla con «cariño».

—Estarás muy guapa —aseguró con una sonrisita burlona—. Te espero arriba.

Le guiñó el ojo y se alejó con su estúpido vaso en la mano.

Una vez Jude entró al baño, hablé:

—¿Vamos afuera?

—¿Trajiste el traje de baño? —preguntó con una ceja enarcada ya que sabe que no me gusta andar en traje de baño con tanta gente viéndome.

¿Por qué les daría el placer?

Mierda, estoy sonando igual de egocéntrica que él idiota de Aegan.

—Algo así, ¿tú?

—Sí. ¿A qué te refieres con "algo así"?

—Tengo la parte de arriba del bikini y la parte de abajo es de un traje que le robe a Aleix.

—¡Él decía que yo se lo había robado! Tiro todas las prendas de mi armario y no lo encontró, porque lo tenías tú.

—Ya, perdón. Luego hago unos cupcakes con café para hacer las paces.

—Me gusta la idea. Vamos —dice para tomarme de la mano y al salir vemos a una montonera de adolecentes hormonales.

—Hermanita, se me hace conocido eso que traes puesto—dice Aleix mirándome con los ojos entrecerrados.

—Tienes que compartir, hermano.

—Cuando lleguemos a casa me la devuelves.

—Ya veremos —digo yéndome lentamente.

—¡Jude! ¡Lánzame una banana que tengo hambre! —escuche gritar a alguien y se me salió una carcajada.

—Que mente tan corrompida posees —dice Adrik con una sonrisa.

—Gracias, lo heredé de ti —respondo, a lo que él rueda los ojos y volvemos a fijar nuestra mirada en Aegan y Jude.

—¡Ah, Jude! —exclamó él en cuanto se detuvo a su lado, y luego preguntó a todo su círculo—: Ya la conocen, ¿no?

—Claro, es todo un personaje —dijo una de las chicas.

Y con una sonrisa le echó un repaso lento. Noté la chispa despectiva al fijarse en las bananas de su biquini.

—¡Hola! —saludó con mucha afabilidad a los presentes—. Y hola, cariño. —tuvo que ponerse de puntitas para lograr darle un cariñoso beso a Aegan en la mejilla.

La melliza de Adrik CashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora