𝟶𝟺 ➻ 𝙴𝚛𝚎𝚜 𝚖𝚞𝚢 𝚊𝚖𝚊𝚛𝚐𝚊

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Con ojos cansados, Samantha se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama

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Con ojos cansados, Samantha se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama.

La rubia abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de dónde se encontraba.

Al principio se sintió confundida y se preguntó quién era esa omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumada.

— Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? —preguntó Samantha, aunque fue más para sí misma.

Abril se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, le dedicó una pequeña sonrisa.

— En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo —dijo, y el rubor en las mejillas de la omega hizo que el rostro de Samantha se sintiera caliente.

Sin decir nada, la mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, y encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café que Abril ya la estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Samantha al verla lo primero que pensó fue en mandarla a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente con que la chica se quedara en su casa y tenga que usar su ropa, pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes:

— ¿Qué quieres comer?

Abril intentó reprimir una sonrisa.

— ¿Te molestaría que hiciera mi desayuno yo misma?

Samantha estuvo un poco sorprendida.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, y la chica era tan inútil y poco independiente que sacaba de quicio a Samantha. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

— ¿Podría? —la pregunta de Abril hizo que Samantha reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

— Si, si —dijo—. No rompas nada.

Minutos después, cuando Samantha ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vió a Abril cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso, y a parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:

— ¿No tienes chocolatada?

Samantha rió un poco.

— Niña, gasto mi presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

𝗗𝗲𝗹𝘁𝗮 ☕︎︎ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora