𝟹𝟷 ➻ 𝙴𝚕 𝚌𝚑𝚒𝚜𝚖𝚎

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Samantha estuvo inquieta todo el camino, pero no fue sino hasta que estuvieron a un kilómetro de distancia que comenzó a sentir el llamado en su pecho

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Samantha estuvo inquieta todo el camino, pero no fue sino hasta que estuvieron a un kilómetro de distancia que comenzó a sentir el llamado en su pecho.

Un aullido bajo, lleno de pena.

Sabía que no era su loba, y que era de Abril.

Al entrar a la casa no vio mucho más allá de la puerta de la sala, importándole muy poco el mundo.

Podía sentir el olor de Abril, cerca, fuerte.

Se olvidó de todo, del dolor de su cuerpo, o de su cabeza, su cansancio pareció desaparecer, sólo recordó el gruñido que le había dedicado a otro chico que olía un poco a Abril, pero no le dió importancia.

Tenía que ir con su omega.

Pareció que hubiera estado ciega todo el camino hacia aquella habitación, porque no fue sino hasta que vió la cama, y el bulto en esta, que reaccionó.

Sus ojos se aguaron.

Alfa...

Samantha se apresuró, casi corriendo hacia la cama, hasta subirse en ella, y en un movimiento rápido, tomando el cuerpo de Abril, abrazándola con fuerza contra sí.

Samantha lloraba, de alivio, de alegría. Llevó su nariz hasta el cuello de Abril, aspirando su dulce olor.

La omega hizo lo mismo, con las mejillas húmedas y una sonrisa, frotando su rostro en el cuello de la rubia, dejando pequeños besos, embriagandose en su aroma.

Abril dejó de sentir frío, calentándose con la presencia de su alfa y su abrazo, como si de una estufa se tratara.

Abril rió un poco, con alegría, y eso hizo sonreír a la otra.

Samantha se apartó un poco para mirar su rostro, su sonrisa, sus ojos, besó su frente, sus mejillas, su nariz y sus labios, con gusto algo salado por las lágrimas, pero lleno de felicidad.

Las manos de Samantha bajaron al cuello, preguntando con la mirada.

— Sí —dijo, con seguridad—, sí, por favor...

Samantha dejó un casto beso en sus labios antes de mirar la curva entre su cuello y hombro, libre, ya sin ningún collar en el medio, dejó un par de besos hasta llegar allí, quería darle el cariño que se merecía y hacerla suya al mismo tiempo, abrió su boca, acomodando sus caninos sobre la piel.

Sintió a Abril tomar aire, buscó su mano y la apretó, al mismo tiempo que enterraba sus dientes en la omega.

Escuchó un jadeo, con algo de dolor en el, sostuvo su mano más fuerte, el sabor metálico de la sangre la hizo asquearse un poco.

Pero por fin estaba pasando, y no podía sentirse mejor, la felicidad tapó ese sabor.

Sus corazones comenzaron a latir al mismo ritmo, sus pechos se llenaron de la mezcla de emociones, de alegría, de alivio, de paz, de amor, de ambos.

𝗗𝗲𝗹𝘁𝗮 ☕︎︎ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora