𝟸𝟹 ➻ 𝙾𝚖𝚎𝚐𝚊

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— Todos los estudios te han dado bien, Abby

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— Todos los estudios te han dado bien, Abby.

La omega permaneció con la cabeza gacha mientras su madrastra revisaba todos los papeles de los resultados.

No sabía muy bien el por qué, tampoco me importaba, le parecía muy innecesario todas las visitas al médico, exámenes y estudios que le habían hecho en ese día y medio, sin contar con las declaraciones juradas dónde había mentido descaradamente a los policías, diciendo que no sabía dónde estaba, que no conocía a sus captores, pero que no le habían hecho nada, que la habían tratado bien, cosa que se respaldaba por los médicos.

— Nada de signos de ayuno, ni deshidratación, ni heridas, torturas psicológicas... —la mujer se paseaba con sus tacones, el ruido le taladraba los oídos a Abril—. Todo está correcto.

— ¿Entonces vas a dejar de joderme? —respondió, ganándose una mirada de su madrastra que no le había intimidado ni un poco.

— Pero veo que tu actitud de mierda sigue ahí —la mujer juntó los papeles con brusquedad—. Ya veo por qué te dejaron ir, siempre tan insoportable.

Abril no se contenía en contestarle mal a nadie, muchos de sus pretendientes habían sido testigos de lo grosera que era la omega, algunos se lo tomaba con más gracia, como Osvaldo, y otros no hacían comentarios al respecto, como Juan.

Pero esos últimos días, en los que había vuelto al mundo real estaba de peor humor que antes.

Sentía frío todo el tiempo, salvo su cabeza, que parecía arder del dolor, aún andando con ropa de abrigo y con calefacción se sentía congelarse a morir, además que sentía su cuerpo cansado, y pasaba casi todo el día en cama.

Nadie se había dado cuenta aún, pero no tenía energías ni para comer, aunque se esforzaba por al menos tragar unos bocados, comenzaba a sentirse mal al poco rato, a veces terminando en náuseas, lo que la obligaba a parar, y terminaba dejando el resto de la comida.

La última comida que había podido digerir bien fue la poca que había recibido el mismo momento en que llegó a casa de Juan, desde entonces, se había mantenido casi únicamente con líquidos.

Hasta Juan le había comentado que estaba pálida, aunque ella había respondido que era su tono de piel normal, mintiendo descaradamente.

Además de sentirse tan enferma físicamente, su loba no la ayudaba.

Quería volver al lado de su alfa, sentir su calor y aroma, que volviera a tocarla, a besarla o sólo a escuchar su voz. Intentaba no pensar en ello mucho, porque sólo la hacía sentir mal.

Su olor dulce se había apaciguado demasiado, dejando paso a un fuerte olor a tristeza que tenía preocupados a todos en la mansión del joven Guarnizo.

Abril pensaba que su madrastra también estaba preocupada por ella, sólo que lo demostraba con todas las visitas al médico que le hacían hacer, creyendo que le "habían hecho algo" en los días que había desaparecido.

𝗗𝗲𝗹𝘁𝗮 ☕︎︎ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora