𝟹𝟺 ➻ 𝙳𝚎𝚜𝚌𝚊𝚗𝚜𝚊

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— ¿Tu abuelita va a estar despierta a las cinco de la mañana? —preguntó Osvaldo sin ganas, apoyando el trasero en el capó del auto, cruzándose de brazos, temblando un poco por el frío que atravesaba su abrigo

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— ¿Tu abuelita va a estar despierta a las cinco de la mañana? —preguntó Osvaldo sin ganas, apoyando el trasero en el capó del auto, cruzándose de brazos, temblando un poco por el frío que atravesaba su abrigo.

Ambos estaban un poco impresionados por la mansión de la familia de Abril, aunque la chica no hizo nada más que poner una clave desde su celular que hizo abrir el protón, e ignoró el camino hacia la mansión para guiarlos hacia un montón de árboles en la oscuridad, pasando por un espacio apenas suficiente para no dañar el auto, hasta encontrar su lugar deseado.

Con el auto estacionado a unos cuantos metros de la entrada a una modesta casa, con grandes y amplias ventanas pero que sólo dejaban ver unas cortinas bordadas.

— Sólo tengo que golpear fuerte —murmuró Abril, comenzó a caminar hacia la puerta, seguida de Samantha.

La omega golpeó con sus nudillos la oscura madera.

Esperó unos momentos, alzó la mano para volver a golpear, pero la puerta se abrió, dejando ver a una mujer de cabello blanco, que aún se ajustaba una bata rosa, frunció el ceño hasta que su vista se enfocó en el rostro de Abril.

Luego su rostro se iluminó, sonriendo ampliamente, sus ojos se escondieron detrás de sus arrugadas mejillas.

Samantha alzó las cejas, algo impresionada por ver la misma sonrisa de Abril en la señora.

— ¡Abby! —la señora abrió los brazos, recibiendo a su nieta con un abrazo.

Miró por sobre el hombro de la omega a Samantha, parada un metro más atrás, la chica le regaló una sonrisa, le pareció adorable cuando la abuela hizo una ligera "o" con los labios, como si la reconociera.

— ¿Esa es tu alfa, Ari? —escuchó murmurar a la señora.

Samantha se ruborizó al ser llamada así, escuchó a Abril reír.

La omega asintió, separándose del abrazo.

Esta vez, la abuela abrió sus brazos hacia ella, Samantha se acercó y la señora la abrazó con las mismas ganas que lo había hecho con su nieta.

Un poco sorprendida por la fuerza de los delgados y arrugados brazos de la abuela, Samantha sintió el olor a miel y caramelo de la señora.

Con la edad, cuando los omegas perdían la capacidad de tener hijos, su olor solía casi desparecer, en mayor o menor medida, dependía de cada persona.

Pero Samantha se sintió cómoda con el olor de la abuela, quizás porque se parecía bastante al de Abril.

— Dejas a mi nieta y tendré preparada la escopeta con tu nombre en una bala —habló la abuela, con dulzura, haciendo que Samantha tragara duro.

Escuchó a Abril reír, al cortar el abrazo vió a Osvaldo también con una expresión divertida por las palabras de la señora.

Aún así, la abuela le dedicó una sonrisa dulce.

𝗗𝗲𝗹𝘁𝗮 ☕︎︎ 𝚁𝚒𝚟𝚊𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora