Capítulo X

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Todo era magníficamente grande y sofisticado, las grandes ventanas con oro reluciente en sus adornos, los candelabros más grandes que allá visto, con diamantes y piedras preciosas más brillantes que los rayos de luz mañaneros.

Su traje consistía en su atuendo habitual de batalla, sólo que a otros colores y un poco más detallado, se sentía algo fuera de lugar con personas tan extravagantes con altos peinados y joyas brillantes, demostrando si gran elegancia al pertenecer a la realeza.

De alguna manera, se sentía pequeño junto a la realeza con la que siempre tuvo que luchar.

Seguía tomado del brazo del español, de cierta forma, el tenerlo como apoyo le daba seguridad frente a todas las personas que lo miraban murmurando.

Se sintió algo asfixiado, no pensó que el ambiente sería tan tenso, se encontró a sí mismo con el corazón acelerado y las manos sudorosas.

—Mi general, puede estar tranquilo, estoy con usted.

Escuchar esas palabras, hicieron que su corazón se detuviera un segundo.

No recordaba la última vez que había confiado en alguien que no fuera su Libertador, no recordaba alguna vez que alguien le había dicho que estaría para él.

Realmente, no recordaba nunca haber recibido un amor así de otro ser vivo.

Sus ojos se nublados por un segundo por las inminentes lágrimas, siendo rápidamente atendido por el español a su lado, quien con delicadeza le limpio el rostro.

Tenía razón, el debía ser fuerte, había venido con un objetivo, buscar expandir su mercado independiente al continente europeo, y ese objetivo debía cumplirse, y no pensaba retroceder ante nada.

Tomó valor y con voz decidida dijo:

—Gracias por traerme, voy a hablar con algunos países presentes —dijo soltando el agarre que mantenía al brazo del español—. Con su permiso, me retiro.

Así comenzó a moverse sin siquiera mirar al hombre que dejaba atrás, estaba demasiado nervioso y avergonzado como para mirarlo, continuó con su camino hasta llegar a un grupo de countrys, los cuales reconoció como Imperio británico, El Sacro Imperio e Imperio Ruso.

Hablaban de manera animada pero silenciosa hasta que hizo su llegada, con un saludo formal.

—Muy buenas noches, Dama y Caballeros —intento hablar de forma seria con los nervios a flor de pie—. Me presento, mi nombre es República de Colombia, pero mi nombre de preferencia es Gran Colombia.

Los presentes sólo lo miraron, nadie dijo una palabra hasta que, La emperatriz rusa habló.

—¡Oh, joven Gran Colombia! Es un gusto conocerlo al fin, desde antes de su nacimiento estuve a la expectativa de su llegada, me alegra mucho ver hasta donde haz llegado.

—Emperatriz, no he escuchado más que cosas buenas de usted ¿me permite? —su mano tomó la de la mujer y la beso—, una mujer tan elegante como usted sería imposible olvidar.

Al ver el recibimiento de la emperatriz los demás poco a poco se comenzaron a unir a la conversación.

Aunque, el Imperio Británico si lo veía con cierta indignación.

Pudo sentirse tranquilo por un momento.

España pensaba que este hombre era realmente ridículo

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España pensaba que este hombre era realmente ridículo.

Es que, ¡por Dios! ¿Cómo podría un hombre digno llorar? Eso era patético.

Al ver que se iba, sintió que se liberaba de un pesado, entonces aprovecho su soledad para hablar con la francesa que parecía esperarlo con una copa de vino en su mano.

—El maquillaje no le sienta bien, su majestad.

—Que sabrás tu de maquillaje, repugnante plebeyo.

—¡Oye, yo también soy de la realeza!

La francesa sólo río tapándose con su abanico, y le dijo:

—Mezclando la preciosa sangre real con esos sucios esclavos, debería decapitarte por semejante asquerosidad.

—Ostia mujer, luego regañame todo lo que quieras, pero por ahora quiero saber que te hizo enviarnos esa invitación.

Sin siquiera mirarlo, la mujer tomó un sorbo de su vino.

—Te odio con gran intensidad, pero si quieres que nuestra relación como aliados mejore, será mejor que te enfoques en tus territorios.

—Lo sé, pero ahorita tengo unas personales pendientes con este tío, no puedo dejar mi plan ahora que estoy tan cerca.

—Me lo comentaste antes de irte, idiota sin cerebro, por eso decidí darte una mano —tomó la franela del contrario con fuerza—. Escucha, solo lo hago porque se corren los rumores de que el Imperio Español está como un animal miserable en el jardín de una casa de un territorio inferior y pobre.

Soltó al hombre quien por la fuerza se echo un poco para atrás.

—¡Piensa en mi reputación! ¿Qué pensaran de mí si ven que la realeza con la que mis hijas e hijos están casados esta en tan denigrante situación? ¿eh?

—¡Joder, que mujer tan delirante puedes llegar a ser!

—¡No me importa lo que pienses! Será mejor que acabes con esto cuanto antes, o te prometo que voy a romper lazos con la realeza española y vamos a seguir en conflicto por los territorios en disputa. Es mi ultimátum.

Así, cabreada, la mujer más poderosa de ese país se fue, dejando al español con una sensación amarga en su ser.

Ella no lo entendería, su orgullo, su tan preciado orgullo había sido golpeado con fuerza, ¿cómo personas tan repudiables podían quitarle los territorios que con tanto esfuerzo obtuvo?

Había matado a todo aquel que se le atravesó, y si bien, había territorios que había decidido dejar en paz por su humillante derrota, había otros ingenuos que se dejaban engañar y ahí es donde entraba él, a dejar destruidos a los que se atrevieron a humillarlo.

Dejándolos tan destrozados, que al final terminaban colapsando.

Por eso, también contaba con varios hijos ilegítimos, pero solo España sería el heredero de todo y sería quien gobierne por sobre todos sus hermanos.

Su propio hijo, seguiría su legado, y daría caza a todos sus enemigos. Aunque sólo era un bebé, tenía grandes expectativas.

Aclaro su mente, y entendió que Francia tenía razón, había tomado más tiempo del que esperaba esta venganza.

Debía actuar.

* Cuando Francia dice sus hijos se refiere a la realeza francesa, los cuales algunos se casaron con miembros de la realeza española, de alguna manera también funcionando como medio de tregua para apaciguar un poco los constantes ataque que tenían ...

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* Cuando Francia dice sus hijos se refiere a la realeza francesa, los cuales algunos se casaron con miembros de la realeza española, de alguna manera también funcionando como medio de tregua para apaciguar un poco los constantes ataque que tenían entre ambas coronas.

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