🥀] Una historia donde el Imperio Español, segado poe la ira, se le ocurre la idea de enamorar y robar a la Gran Colombia como parte de su venganza.
🥀] Y donde el grancolombiano tendrá que cuidar de 4 hermosas criaturas.
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Gran Colombia pudo tener conversaciones con los territorios presentes, la emperatriz se había encargado de ayudarlo y presentarle a todos los presentes.
Iba a regalarle cajas de su mejor café en cuanto volviera a su territorio.
Su corazón se sentía lleno de dicha, sentía que estaba progresando después de mucho tiempo y de cierto modo, veía un poco de todo su esfuerzo desde que nació plasmado en ese momento.
La Emperatriz era una mujer muy hermosa que por alguna razón, le había tomado mucho cariño. Pero no iba a discutir eso por el momento, podría ser de gran ayuda en un futuro.
Se sentía mareado, el ambiente festivo y la conversación grupal lo abrumaron, por eso se encontraba en los elegantes jardines del palacio.
Aún le costaba mucho el estar en ambientes tan bulliciosos, ya que por alguna razón lo hacían recordar los estragos de la guerra, que estaban igual de ruidosos. Aún seguía recordando los cuerpos de sus hermanos muertos en batalla, todo lo que tuvo que pasar desde el momento de su nacimiento como una idea revolucionaria.
Pensar en eso solo hacía doler su cabeza, no le gustaba.
Se sentó debajo de un árbol, que se encontraba cerca un lago del jardín principal. El lugar era tan grande que con sólo imaginarse lo amplio que podía ser, se preguntaba como podía una persona tener una vida tan ostentosa.
Ya que, si bien sus superiores tenían enormes fincas y grandes casonas, él nunca pudo vivir de manera relajada en un lugar tan grande solo para él.
Tenía a sus criados, pero aún así, no tenía nada más que le diera vida a su hogar y que lo llenará de calidez, por lo que compensaba esa calidez que le faltaba con su café matutino, que reconfortaba su pobre alma con cada sorbo.
Mientras divagaba en su mente pensando en su pasado y en cómo se había sentido, una figura se acerca detrás de él.
Por lo que, con mucho disimulo sostuvo su espada y no hizo ningún movimiento, hasta que la mano del desconocido quiso tomarle del brazo.
Con un movimiento rápido, su espada fue directo al cuello del invitado sorpresa, y pudo notar de quien se trataba.
—...¿Sir Imperio británico?
—O-oh, bueno, al menos me reconoces.
El grancolombiano bajo su espada poco a poco pero no soltó el mango de esta, por si debía protegerse de algo más que un simple contacto en el brazo.
Con su mano libre acomodo su ropa y terminó de acomodarse, para hacer una pequeña reverencia al hombre de la realeza frente a él.
No sin preguntarse que le traía por aquí.
—No te preocupes, Gran Colombia, no vengo por nada malo.
«Incluso si osara hacerme algo, su mano sería cortada antes de articular un movimiento». Pensó el hombre armado.
—Entonces digame usted, señor, ¿qué es lo que desea?
—Quiero saber cómo es que llegaste a este lugar —habló de manera pausada mientras observaba su entorno—. Realmente no es muy común que personas como tú lleguen a estas reuniones casi exclusivas incluso para los más poderosos.
Sus ojos se fijaron en su contraparte y le preguntó:
—Entonces, ¿cómo es que tú llegaste aquí?
El del sur lo miró con desconfianza, sus pensamientos divagaron entre las posibles razones del cuestionamiento, pero nada encajaba en su cabeza. Con recelo, contesto:
—Estimado, mi mente está bastante clara —sus ojos verdes se posaron sobre los azules contrarios—, he venido aquí como explorador en busca de posibles clientes para mis productos de alta calidad.
—Eso lo sé, Gran Colombia. Pero, lograste llegar por alguien más, por que alguien quiso que estuvieras aquí por alguna razón. ¿No lo crees?
—Fui invitado por la anfitriona de este banquete, por lo cual no entiendo su duda, Rey.
El de ojos azules solo miró a Gran Colombia y le dijo:
—Ten cuidado con quién te juntas, chico. El español no es lo que aparenta —bajó la mirada con cierta melancolía—... Creo que yo mismo te lo puedo asegurar, no olvides mis palabras.
De la misma manera inesperada en la que llego, el intruso volvió a irse, dejando con una gran confusión al sureño.
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Ha pasado al menos un mes desde que los compañeros de hogar volvieron de su viaje hasta Francia, y tal como lo había esperado Gran Colombia, su viaje había tenido éxito.
Habían muchos pedidos de exportación, sobre todo de café y cacao, las embarcaciones iban y venían a gran velocididad, por lo que ahora había mucha más gente asignada al tricolor para llevar acabo su proyecto.
Hoy se encontraba en su oficina, tramitando los papeles de aduanas y permisos de tránsito para sus envíos, entre tantos papeleos consiguió una carta dejada por un viejo pero al igual reciente conocido: Imperio Español.
En la carta redactaba una carta de amor dirigida para él, donde resaltaba su belleza y su encanto.
Por más que lo negara, en días llenos de trabajo, su alma se llenaba de estas cartas dejadas, su cara se sentía enrojecer y sus ojos se entrecerraban sintiendo más a profundidad la sensación que experimentaba.
Algo muy parecido a lo que sus largas lecturas en ratos libres describían como el amor comenzando a florecer.
Con el tiempo y los detalles, Gran Colombia se había decidido aferrar a ese sentimiento que le daba algo de emoción a su monótona vida. En la cual solo había tenido un propósito, pero con este nuevo sentimiento sentía que podía ser un poco más ambicioso.
Y tal vez con este sentimiento, completar ese pedazo de sí que siempre sintió vacío.
Llevado por la emoción, el más pequeño bajo las escaleras para ir a ver a su compañero, el cual (sobretodo por lástima) había permitido dejar dormir en una sala de la planta baja y ya no en el patio trasero, sobretodo por los fuertes ventiscas que arrazaron con la improvisada vivienda del español.
—Gran Colombia, amado, ¿leíste mi carta?
—Por supuesto que la leí, sería imposible viendo que la juntaste con mi trabajo.