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El pasado esta lleno de tristeza, traiciones y dolor.
O al menos para Jin era así, cuando pensaba en el pasado, tan solo le llegaban a la cabeza momentos tristes, cuando pensaba en el pasado, le llegaba a la cabeza esa caída en la que se hizo tanto daño o esa cosa que le hizo llorar que le dijo su familia, pero cada vez que pensaba en un momento feliz, nada le venía a la cabeza, claro que había tenido momentos felices, pero ahora mismo no podía poner ningún ejemplo.
Jin Yoshida era la hija de uno de los empresario más adinerados de Japón, cada vez que pedía algo, por muy caro o innecesario que fuera, se lo compraban, así que como todos esperaban, salió una consentida.
Cada vez que pasaban la gente la miraba con atención, y con razón lo hacían, era perfecta, guapa, lista y rica, o al menos pensaba antes.
Se acuerda perfectamente de ese día, el día que su vida cambió tanto, el que seguramente es y será el peor día de su vida.
A sus 14 años, Jin intentaba convencer a su madre de ir al centro comercial a comprar la nueva colección de su tienda de ropa favorita.
-Ya iremos mañana Jin, no te cuesta nada esperarte un día- Su madre era buena persona, ella sabía que no era necesario ir, y intentaba decírselo a su hija de una forma en la que no hiciese que se pusiese a llorar.
-Pero mama. Si no voy hoy, mañana no podré llevarla a clase. ¡Quiero ir hoy!- Se quejaba una y otra vez ella.
-Esta bien...- Dijo al final su madre dejando escapar un suspiro.- Pero tenemos que darnos prisa, o si no no dará tiempo a cocinar ese Soba que tanto te gusta.-
Ojala no la hubiese dejado, ojala la hubiese gritado y castigado, pero no fue así, y Jin siempre se arrepentirá de esa ambición, tenía muchas cosas, y por querer más, perdió lo que más amaba.
-¡Bien! ¡Gracias mama!- Dijo mientras le daba un beso en la mejilla a su madre.
Se subieron al coche. Todo era normal en el camino, su madre iba conduciendo, y ella iba atrás, mirando su móvil. De repente se escucharon pitidos y choques fuera del coche, y cuando Jin subió la vista, un gran golpe la dejó inconsciente. No se acuerda de cuanto tiempo estuvo así, sin conocimiento, todo estaba oscuro para Jin. Y lo primero que vio cuando abrió los ojos fue una luz cegadora y el techo de un hospital, miró al rededor de la habitación en la que se encontraba, la típica habitación de hospital.
Sentado en una silla al lado de su camilla estaba su padre, estaba llorando en silencio. Puede que Jin estuviese muerta, y ahora era un fantasma y por eso su padre lloraba. El corazón se le paró en ese momento, luego empezó a gritar asustada, no quería morir. En el momento le asustó ese pensamiento, pero ahora que lo pensaba, ojalá hubiese sido eso.
