Capítulo V: Confianza

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Hace mucho que no descansaba correctamente, o al menos desde que no dormía más de tres horas diarias. Se levantó de la cama y todo desalineado se fue a la cocina, lugar donde escuchaba voces, por lo que por acto de reflejo se escondió detrás de una pared y comenzó a escuchar con atención.

—. ¡Sí! Tenes razón, hace mucho que el jefe no se pasa por la hacienda – comenta una mujer.

—. Ya se le extrañaba por estos lares, nunca se le olvidará al patrón. Ya sabe cuánto nos ha ayudado a todos – le sigue otra mujer.

—. Pero, ¿para qué habrá regresado acá? Creí que ya había dejado sus vicios en las apuestas.

—. Se supone, pero creo que es más por el extranjerito que trajo.

—. Hablando del extranjero, el patrón nos había dicho que le lleváramos desayuno en cuanto se despierte. ¿Habrá despertado ya?

—. ¿Yo que voy a saber? Ve a ver si esta despierto, comenzaré a preparar la comida del patrón de una vez también.

Quackity iba a retroceder algunos pasos para hacer como si recién llegase, pero su plan fue frustrado al girarse y encontrarse justo con Spreen, quien le observaba recostado de lado en la pared y con sus brazos cruzados.

—. Oh, buenos días – saludo, disimulando la situación en la que había sido descubierto.

—. Oh, patrón, buenos días. Y qué bueno que están los dos juntos. Sarah está haciendo ya el desayuno para ambos, si gustan pasen a la cocina y acomódense – saludo la mujer, salvando a Quackity sin saber.

—. Gracias, Dayana, buenos días. Ya vamos, sólo quiero hablar unas cosas con él – le respondió.

La mujer asintió y regreso a la cocina, dejando solos a ambos chicos. Quackity se quedó callado, esperando a que Spreen le dijera algo o ver alguna reacción por su parte.

—. ¿Qué hacías espiándolas, hijo puta? ¿Eres un degenerado o algo así? – preguntó el más alto, viéndolo hacía abajo.

—. ¿Qué? ¡No! – respondió ofendido —. Venía bajando, escuche a personas hablando, y no sé si sabes, pero esté es un lugar desconocido para mí, así que me escondí por si era una trampa.

Spreen le miró con una ceja alzada, suspiro pesado y se encogió de hombros —. Como sea, tengo hambre – habló, para pasar al lado del menor e ir al comedor.

Quackity fue detrás de él, ambos llegando así a la mesa. Spreen se sentó tranquilamente en una de las sillas, y Quackity jalo para sentarse a su lado, siendo observado por la mala mirada del pelinegro.

—. ¿Qué te cuesta comer lejos? Pelotudo – le insulta.

—. Nunca como lejos de las personas, tengo malas experiencias con eso – le explicó —. Una vez, en la primaria...

Quackity con todo una anécdota de cuando iba a la primaria, Spreen trato de ignorarlo pensando en otras cosas, pero tras pasar unos minutos, comenzó a sentir interés por la historia.

—. ¿Qué, amigo? ¿Cómo te va a pasar eso en la primaria? O sea... - Spreen ni sabía como expresar su asombro ante la anécdota.

—. México mijo – le responde, encogiéndose de hombros.

Sin darse cuenta, entablaron una conversación fluida entre ambos, riéndose y compartiendo ideales en el transcurso del tiempo.

El momento fue interrumpido por Sarah, quien les trajo el desayuno a ambos.

—. Espero que lo disfruten – habló, para luego inclinarse levemente y pararse al lado de la puerta junto a su compañera Dayana.

—. ¿Por qué tienes a mujeres trabajando para ti y no a hombres? – pregunta Quackity, degustando la deliciosa comida.

Noche de Juegos - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora