Capítulo XX: Hablemos

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Quackity caminaba por la ciudad, viendo los puestos de comida, las diversas tiendas, las personas caminar. Se sentía desrealizado.

Él entendía que ninguno de esos sentimientos y pensamientos estaba justificado y que tampoco tenían fundamento, pero no podía evitar tenerlos, no podía quitarse el sentimiento.

Ahí se dio cuenta que era verdad, nunca te curas de las heridas mentales, sólo las aprendes a controlar y te acostumbras tanto a controlarlas que las dejas de notar, pero al final del día, siempre pueden volver.

Entró a una cafetería y tomo asiento, pidiendo una taza de café y un pan. Deseaba olvidar todos sus problemas ahogándose en el delicioso sabor de la comida.

—. No nos vemos desde hace mucho – se escucha una voz, que él reconoce de inmediato, alzando su rostro para verlo —. Hi, Quackity.

El pelinegro no dice nada, sólo observa como se sienta frente a él y ordena un batido de fresa —. ¿Qué haces aquí? ¿Vienes a matarme? – cuestiona, con semblante serio y frío.

—. ¿Matarte? No, recibimos ordenes de Dream antes de que se suicidara. Nos pidió dejarte de lado, deshacer todo y continuar con nuestras vidas y negocios como quisiéramos – responde.

—. Slime – nombra Quackity, llamando la atención del contrario —. Si no es por Dream, ¿qué haces aquí?

El castaño no dijo nada, primero le dio un sorbo a su batido y se quedó contemplando la ventana, importándole poco la desesperación que tenía Quackity.

—. No sé si deba decírtelo – responde, haciendo que el pelinegro se frustre.

—. ¿Por qué? – pregunta.

—. Tu novio nos pidió confidencialidad – responde, con una sonrisa en su rostro.

Quackity se quedo en silencio, analizando la respuesta de Slime.

—. No tengo novio – responde.

—. Mmm... Spreen no nos dio a entender eso cuando nos amenazo para no contarte nada – respondió el castaño.

Quackity frunció el ceño. Sus pensamientos y lo que estaba hablando con Slime no ayudaba a su estabilidad mental, no le ayudaba a despejarse.

—. Venimos por negocios – revela finalmente —. Negocios con Spreen.

Quackity se sintió de cierta forma traicionado, ya que Spreen sabía quienes eran ellos para él, y aún así no le habló sobre negocios que tendría con ellos.

—. ¿Qué clase de negocios? – cuestiona.

Slime sonríe.

—. ¿No te lo ha dicho? Planea una boda – reveló, haciendo que el pelinegro tuviese un escalofrío —. No nos dijo con quién, y aunque te nombramos, nos negó la respuesta. Hoy iba a haber una junta donde nos diría lo que ocuparía para la novia. Porque es novia, nos pidió un vestido que esta evaluado en tres millones de dólares aproximadamente.

Quackity negó con la cabeza —. P-pero, ¿para quién? – pregunta.

Slime se encoge de hombros —. No lo sabemos. Nosotros sólo queríamos negocios nuevos, nos topamos con Spreen, hablamos, llegamos a un acuerdo y comenzamos con estos planes. Él planea una boda y nosotros le llevamos las cosas – responde.

Quackity no dijo nada, se sentía terrible. No podía confiar del todo en la información que le daba Slime, porque Spreen no había dicho nada aún, y necesitaba ambos testimonios para dar con una conclusión clara.

—. ¿Para quién crees que sea? – cuestiona el pelinegro.

Slime suelta una risa por la pregunta inocente —. Para alguna amante. No nos sorprendería, a cualquiera que le preguntes te dirá lo mismo. Spreen no es una persona muy leal en las relaciones – respondió.

Quackity negó con la cabeza —. Ya tuve demasiado de está plática, sinceramente ya no soy como antes y no pienso estresarme con el tema. Regresare a mi apartamento, gracias por la platica y la información - habló, para seguido irse a pagar la cuenta y retirarse de la cafetería.

Mientras Quackity caminaba con rumbo al apartamento, Spreen se encontraba entrando a esté.

—. ¡Cosita! ¡Ya llegué! – exclama, cerrando la puerta y dejando su maletín al lado de la puerta —. ¿Dónde estás?

Spreen entró al apartamento y buscó por todos lados al pelinegro, desde la cocina, hasta en cada habitación. Al no encontrarlo, se sentó en el sofá y sacó su teléfono para tratar de llamarlo, pero su plan fue frustrado al escucha el teléfono sonar en su maletín.

Se lo había quedado.

Suspiro frustrado y se quedó sentado en el sofá, no podía hacer nada más que esperar.

Pasaron más de treinta minutos y su desesperación crecía cada vez más. Estaba perdiendo la paciencia, cuando escuchó la puerta ser abierta. Rápidamente se paró del sofá y se asomó a ver quién era, con la esperanza que fuera Quackity.

Pero no fue así, en cambio, Roier entraba por esta y cerraba detrás suyo.

—. ¿Qué sucede? – pregunta en mal tono, se sentía realmente desesperado.

—. Venía a hablar – responde, quedándose parado cerca de la puerta.

—. Roier, ya hablamos. Y en este momento no estoy de humor, ¿ok? Quackity no ha regresado y me quedé su teléfono, y Betra de seguro ya esté descansando, porque me mando un mensaje y una foto de Quackity en el apartamento, pero creo que salió – le responde Spreen.

Roier niega con la cabeza, da unos pasos más al frente y queda frente a Spreen.

—. No va a tomar mucho tiempo. Sólo quiero decirte, que no importa qué me digas, o cuánto justifiques tus puntos. Nadie me va a sacar de la mente el amarte, ¿entiendes? – cuestiona.

No le dio tiempo a Spreen, lo tomó de ambas mejillas y lo obligo a besarlo. Ninguno de los dos esperó que la puerta fuera abierta justo en ese momento, dejando ver a un pelinegro entrar.

Cuando se separaron, Spreen no pudo apartar la mirada de los ojos sorprendidos del menor. Roier no entendió su comportamiento, por lo que se giró, encontrándose con Quackity.

El susodicho no dijo ni hizo nada, se les quedo viendo por un buen rato.

Suspiro pesado. Sus pensamientos martillaban su cordura, lo que habló con Slime no ayudaba y el ver a Spreen con Roier besándose empeoró todo. Aunque obtenga una respuesta y un punto de Spreen, no iba a justificar su acto de besarlo.

—. Terminamos – no dijo más, cerró la puerta y salió del apartamento.

No corrió, sólo caminó. No esperaba que Spreen lo siguiera, porque tampoco sucedió.

Al llegar a la recepción, casi saliendo del edificio, fue detenido por una mano que sujetaba su brazo.

—. Hablemos – era Spreen. 












Con lo del final feliz, pues, era broma. Ley de Murphy muchachos, sean lógicos.

Noche de Juegos - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora