Capítulo XVII: Amor

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Las mañanas eran más movidas para ambos, Belén ya no llegaba al apartamento a trabajar, ahora Quackity se encargaba del aseo y la comida del hogar.

—. Café – habló, entregándole la taza a Spreen.

El mayor sonrió, recibiéndolo y bebiendo con gusto —. Perfecto – halago, sintiendo el sabor amargo, tal y como le gusta.

Quackity sonrió feliz, se sentó a su lado y desayunaron juntos.

—. Chao, que te vaya bien, mucha suerte en el trabajo – se despide Quackity, dándole un beso en la mejilla a Spreen.

Sin embargo, Spreen hace una mueca de desagrado —. No, así no – se quejó, acercándose a Quackity y dándole un rápido beso en los labios.

Quackity le sonrió —. Te quiero, que te vaya bien – susurro, cerca de los labios del mayor.

—. Volveré para la cena – le susurro de regreso, dándole otro beso para luego marcharse.

Las tardes eran eternas para Quackity, sentía que hacer el aseo a la perfección no lo distraía lo suficiente para dejar de pensar en Spreen.

Spreen.

Con su cabello azabache, esos ojos oscuros, los músculos marcados de ir al gimnasio, esa personalidad fría, ruda y competitiva; con ese interior relleno de chocolate y dulzura para sus seres queridos.

Spreen, era él solamente.

Un suspiro se escapo de sus labios, sentía sus mejillas arder y su corazón palpitar de sólo pensar en él.

No entendía todo lo que le pasaba a su cuerpo, a su mente, a su corazón.

Quería hacer todo por él, quería ayudarlo con todo. Quería a Spreen, sí, eso es, o lo que tenía por él: amor.

Amaba a Spreen.

Amaba su perfume, su aroma corporal. Amaba prepararle el café por las mañanas y verlo sonreírle al entregárselo. Amaba despedirse de él todas las mañanas con un beso. Amaba recibirlo con ese rostro serio y verlo transformarse poco a poco a una sonrisa. Amaba dormir con su calor al lado. Amaba su voz susurrándole que lo quería.

Sí, amaba a Spreen. Lo ama, lo quiere, lo siente siempre. Su corazón lo adora, su cuerpo es adicto a la sensación que provoca en él, su mente es fan de recordar esos bellos momentos juntos.

—. ¿Qué has hecho hoy? – pregunta Spreen, llegando a la cocina junto a Quackity, quien estaba lavando los trastes.

—. Nada, lo mismo de siempre. Ya sabes, lavar, barrer, limpiar y esas cosas – responde, para dejar de lado su tarea y girarse para ver a Spreen, secándose las manos con el trapo de la cocina.

Spreen sonrió, dejo su maletín en la mesa y se acercó a él, acorralándolo contra el fregadero.

—. ¿Ah, sí? – pregunta, con voz ronca y una sonrisa en sus labios.

—. Sí – le responde Quackity, sonriente también.

Spreen soltó una pequeña risa, para seguido atrapar los labios del contrario con los suyos, apretándolos y disfrutando su textura, suaves, con sabor a fresas; fríos, que le daban una sensación cálida.

Quackity le continuo el beso, siguiendo los movimientos, complementándolos. Paso sus brazos por el cuello de Spreen, abrazándose a él. El mayor no se quedo atrás, lo abrazo por la cintura y lo acerco más a su cuerpo.

Se separaron del beso para juntar sus frentes, Spreen tenía los ojos cerrados con fuerzas, dejando confundido a Quackity.

—. ¿Sucede algo? – pregunto, posando una de sus manos en la mejilla del contrario.

Noche de Juegos - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora