El sol brillaba, pero él no sentía su calor.
Y aunque el viento hiciera danzar las hojas, él no sentía la brisa.
Las voces de las personas hablando en la calle se escuchaban como eco en su cabeza, sus ojos fijos al frente sin expresión alguna, opacados por el recuerdo.
La persona que más amó se había ido, se desvaneció en sus manos y ni siquiera pudo detenerlo.
No le importaba que sus lágrimas se deslizaran frente a todas esas personas en la calle, no le importaba nada ya.
Su cuerpo se sentía entumecido por las terribles emociones que estaba experimentando.
Recién acababa de dejar a Quackity en el aeropuerto, despidiéndose de él con un beso y un abrazo.
Su cerebro no podía procesar que ese momento iba a ser el último. No podía creer que la sonrisa que le dio antes de arribar el avión iba a ser la última. Que esa mirada rasgada se iba a marchar para no volver.
Al llegar a su apartamento lo primero que hizo fue sentarse en su sofá, quieto y en silencio.
La loción de Quackity seguía en el aire, marchándose de a poco, como su aura, como su presencia.
No pudo con la tristeza y se largó a llorar, rompiendo en llanto.
Su pecho dolía, dolía demasiado. Quería que todo fuera un sueño, anhelaba desesperadamente despertar y verlo aún a su lado.
Se levantó del sofá y fue a su dormitorio, encerrándose ahí para no saber de nadie. Se escondió entre las cobijas y se acurruco con su soledad.
Paso tres días sin comer y sin ver la luz del sol, sólo acurrucado en la cama y sollozando cada vez que recordaba el último momento en que vio a Quackity.
Su sonrisa al subir al avión, sus ojos achinándose y formando esas media lunas que él amaba.
Le prometió estar bien, pero sin él no podía.
Prometió comer, pero su alimento era el recuerdo de su presencia.
Prometió continuar adelante, pero se sentía atascado en su corazón.
Quería verlo, anhelaba tenerlo a su lado.
No pudo quedarse un quinto día en esa rutina, ya que Betra entró a su apartamento y le obligo a comer, bañarse y salir un poco.
Estaba sentando en una banca del parque, viendo como niños jugaban con sus padres. Recordó a Quackity, como él de niño no pudo hacer nada de eso, pero hace unos meses ambos jugaban a la pelota tranquilamente, hasta que a él se le salió la rodilla y Quackity se burló cuando el doctor lo estaba curando, pero en el momento de la tragedia lloro por él.
Inconscientemente, una sonrisa se formo en sus labios, y unas lágrimas en sus ojos.
No podía con los recuerdos.
Quackity era dueño de Buenos Aires, cada esquina representaba un recuerdo feliz juntos. Cada comida, cada bebida, cada paso, era un choque eléctrico que le recordaba a Quackity.
Comenzó a llorar en el parque, sin importarle las demás personas.
Betra llegó a su lado y lo consoló, abrazándolo, siendo su apoyo.
Los días pasaron tan rápidos, que primavera paso tres veces, terminando la navidad tres veces también.
Spreen estaba en su despacho, trabajando como siempre, corregía archivos y revisaba contratos.
Estaba tranquilo, hasta que su puerta fue abierta sin permiso, dándole desde ahí la respuesta de quién era.
—. Buenos días, patrón – saluda el castaño, entrando con una sonrisa.
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Noche de Juegos - Spreeckity
Hayran KurguWelcome to the grand opening of soldi! The opening to the best casino in Las Vegas. My name is Quackity, but you can call me Mister Q. I'm the owner of this casino and I will be happy to receive you. •°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°• ...