Capítulo XI: Víctima

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Spreen salió finalmente de su oficina, iba directo a la sala donde interrogaban a Quackity. Habían transcurrido cinco días desde la última vez que alguien lo visito, sólo entraba Roier a dejarle comida y a charlar un poco.

—. ¿Cómo te encuentras? – preguntó, llamando la atención de Quackity, quién alzo el rostro rápidamente para verlo.

—. ¿Spreen? – preguntó, no lo veía desde la última vez que lo interrogo.

—. El mismo – respondió, jalo una silla y se sentó frente a Quackity —. Te ves lamentable.

Quackity ladeo una sonrisa —. No te hagas el amable, sólo mátame y termina con esto rápido – respondió.

—. ¿Matarte? ¿Así de fácil? Claro que no – respondió —. Ya ni pareces tú. El Quackity que se acercaba con ojos encantadores y sonrisa inocente a quererme seducir. Se encuentra, ¿cómo? Esposado en una silla en una de mis celdas. Siéntete afortunado, nunca use estás celdas. Eres el primero en estar aquí.

Quackity soltó una pequeña carcajada. Su pánico acababa de pasar, Roier era realmente terapéutico, le hacía reír y se preocupaba verdaderamente por él. Roier era literalmente un ángel trabajando para el diablo.

—. Suéltame y quizá te haga una mamada para que veas que sigo igual – le responde sonriente, con esa típica sonrisa que tenía.

Spreen ladeo una sonrisa —. Dream se suicido hace dos días – soltó la bomba.

Quackity borro su sonrisa —. ¿Qué? – preguntó, sintiéndose desrealizado otra vez.

—. Roier me dijo que no te diera la noticia todavía, me suplico varias horas para que no viniera acá y que él te diera la noticia a su forma. Pero, sólo basto mandarlo a hacer un trabajo para que se distraiga y venir a sus espaldas – informa.

Las lágrimas comenzaron a fluir nuevamente en las mejillas de Quackity, su récord de seis horas sin llorar se había ido al caño.

—. El cuerpo de Dream fue encontrado a las dos de la mañana en una carretera, en su traje había una nota diciendo que: su único lamento fue no haberte preparado para la verdad. Deseaba volver en el tiempo y decirle a su yo del pasado que sea fuerte y no dañe así a su familia. No soporta la culpa que siente por haber hecho que su esposa huyera de él, y que su hijo ahora quizá lo odie. Fue ambicioso y egoísta, por no aceptar que su hijo de tres años ya había fallecido. Le fue más fácil hacer una locura, que ser fuerte.

El llanto de Quackity no tuvo control, Spreen veía como movía la cabeza de un lado a otro, negando la noticia. Nuevamente, Quackity no se sentía él.

—. ¿Por qué me haces esto? – preguntó, el tono que uso fue distinto al de siempre —. ¿Qué te hice yo? ¿Por qué me tienes aquí? Y, ¿por qué dices eso de papá?

Spreen se sintió confundido, se quedo concentrado en analizar el comportamiento de Quackity.

—. ¿Qué dices? ¿Cómo que qué hiciste para que te haga esto? Dios, Quackity, ¡Betra casi muere sólo por ir a ese rescate! ¿Crees que me siento de buen humor contigo? – se quejó Spreen, mirándolo con desprecio.

—. P-pero... yo no sé quién es – responde Quackity, alzando la mirada para ver a Spreen, suplicándole con la mirada una explicación más lógica para él.

—. No lo puedo creer, no te puedo creer. Cada palabra que sale de tu boca me da cada vez más asco de escuchar – le responde fastidiado.

—. P-pero... - ni siquiera pudo terminar de hablar, Spreen le había dado una cachetada en su mejilla izquierda.

Noche de Juegos - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora