11 | Sus labios y los míos.

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—Marina... —volvió a llamarla él con la voz quebrada, notando que sus párpados aún no se habían cerrado.

—Raúl... Yo... No quería...

—Está bien —la consoló—. Se terminó. Estarás bien.

Unas cuántas lágrimas se resbalaron por las esquinas de sus ojos.

—Estarás bien, Marina. —repitió Raúl, tomándola en brazos mientras sus manos se manchaban de su sangre—. Estoy contigo. Estás a salvo.

Rodeó el cadáver destrozado de Jason e hizo una señal a Gabriel y a Fabio, indicándoles que era momento de irnos.

Saravia cubrió a mi hermano para que pudiera llegar hasta nosotras y sujetar a Nora. La cargó con sus dos brazos corriendo por el camino que Elyar tomó mientras yo le seguía.

Cuando estuvimos en las afueras de la disco, pudimos contemplar que las luces de los carros de policías estaban cerca, en menos de dos minutos ya nos habrían interceptado.

—Llévatela en el auto. Llámame si me necesitas. —le ordenó Fabio a su compañero.

Este último no perdió tiempo, metió a Marina dentro del vehículo y aceleró hacia un lugar desconocido, en donde, aparentemente, la atenderían.

Nosotros volvimos a correr dejando atrás todo el desastre que ese lugar había presenciado y llegamos a la casa. Gabriel se ocupó personalmente de su novia, le enjuagó el rostro, le cambió la ropa y la recostó, recostándose junto a ella también.

—Ve a dormir, Mel, estará bien —me dijo él al ver mis intenciones de quedarme sentada sobre el piso frente a mi cuñada.

—¿Estás seguro?

Sus párpados medio caídos se dirigieron a mí.

—De acuerdo. —accedí—. Pero llámame si pasa algo.

—Lo haré.

Salí de la habitación y llegué hasta la cocina, en donde estaba Fabio con una taza de café encima de la mesa.

—¿Esto siempre será así? —inquirí captando su atención después de un larguísimo silencio.

—¿Así cómo?

—Que aparezcas de la nada en el momento exacto para ayudarme.

Él alejó la taza.

—Es lo que Gabriel me pidió hacer.

No contesté y di media vuelta con la intención de irme.

—Se me hace raro ver que alguien como tú tenga tan buena puntería —En esa ocasión fue él quien habló.

—No tengo puntería...

—¿Y cómo llamas a lo que hiciste con el tacón?

—Estaba enojada. No sabía que podía hacerlo.

—Tal vez deberías practicar.

—Tal vez.

Volvimos al silencio y una tormenta se desencadenó.

—¿Matteo aún no ha encontrado nada en los relojes?

—Apenas se los dieron ayer, debes ser paciente.

—¡No puedo ser paciente! Tú viste a Bryan... Mi hermano puede estar pasando por algo peor.

Él regresó sus ojos a mí sin mostrar lástima ni ningún otro sentimiento.

—Sé paciente. —repitió.

Quise ir y ahogarlo en su propio café, pero reprimí mis deseos al concentrarme en la vista que tenía por una de las ventanas.

DARK SIDE |El legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora