20 | La Parvada.

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Melanie.

—Estarás bien.

No pude contestar.

El doctor me dirigió una última sonrisa e intentó apartarse. Con las pocas fuerzas que tenía sostuve su gabardina para llamar su atención, pidiéndole ayuda a gritos, los mismos que él no logró entender por completo debido a que Dante entró en el lugar.

—¿Va a recuperarse?

—En tres días estará como nueva. —volvió a afirmar el doctor.

—Gracias, ahora lo alcanzo en la sala.

El señor asintió y terminó de retirarse.

Dante y yo nos quedamos solos. No despegó sus ojos serios de los míos y tampoco pronunció ninguna palabra.

Se apartó de mí dejándome en medio de aquel cuarto en el que desperté el primer día. Había medicamentos al lado y tenía inyectado un delgado tubo transparente con el líquido que iba dirigiéndose a mis brazos por medio de los pinchazos que Leah me hizo días atrás.

Mi cuerpo parecía anestesiado, no sentía nada en él, ni siquiera podía moverme. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero sabía que estaba de nuevo en esa casa muy parecida a un castillo.

Pensé en Aurora y mis lágrimas se amontonaron en mis ojos, rodando hacia la parte trasera de mi cabeza.

El ruido de un balazo me sobresaltó. A los pocos minutos, Dante regresó con total tranquilidad, abriendo las ventanas para que el aroma a medicinas se difuminara poco a poco.

—Lo... Mataste...

Él regresó a mirarme, asintiendo con la cabeza, provocando que mis lágrimas siguieran saliendo sin control.

—¿Cómo te sient...?

—¿Por qué no me matas a mí también? —volví a preguntar con prolongadas pausas entre cada palabra.

Él ignoró el tema.

—Tendrás más sensibilidad hasta mañana, debes tomar las pastillas blancas antes de desayunar y las azules antes de dormir, las heridas de tu espalda ya han sido cosidas, así que trata de no moverte mucho, los puntos pueden reventarse. Llamaré a una de mis muchachas para que te atienda en todo lo que necesites.

—¿Por qué te preocupas por mi recuperación si de todas formas vas a matarme?

—Si te mato, quiero hacerlo cuando estés completamente bien. Y cuando conozcas la verdad.

Tragué grueso.

—Descansa, Melanie. —se despidió y fue a la puerta.

Antes de salir me dio una última mirada, no era amenazadora, pero tampoco amigable, tenía un sentimiento que en ese momento no supe descifrar.

—No lo olvides, las pastillas azules antes de dormir.

Y cerró la puerta.

Miré el reloj de la pared.

Seis y cuarto de la tarde.

A la mañana siguiente comprobé su predicción. Ya tenía más sensibilidad y los tubos transparentes me fueron quitados.

Logré mover la mitad de mi cuerpo, consiguiendo sentarme, aunque no podía hacerlo con total facilidad.

Me vi al espejo. Mis piernas parecían haber sido pintadas con tonos verdes y morados, al igual que mis brazos. Mi cuello tenía marcados los dedos de esa mujer. Mi espalda aún no podía adoptar una posición recta debido a las heridas, necesité más de dieciocho puntos en ellas. El doctor dijo que me quedarían cicatrices a menos que a futuro pueda realizarme una cirugía.

DARK SIDE |El legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora