Extra |01|

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Omnisciente

El sonido de las manecillas del reloj colgado en la pared era lo único que se oía en el interior de aquel oscuro despacho.

Los tres hombres que habían asistido a la reunión programada se encontraban sentados alrededor de una mesa ovalada, sumidos en un silencio lleno de tensión mientras eran alcanzados por el humo del cigarrillo que Alcides Do Cardo, el líder y dueño del lugar, sostenía entre los dedos.

Apenas eran las once de la mañana y ese era el quinto cigarrillo que Do Cardo había puesto en sus labios, un claro reflejo de que la impaciencia lo carcomía por dentro.

El encuentro había sido pactado para las once y media de ese día, el misterioso hombre al cual esperaban no tardaría en llegar y de sólo saberlo las ansias de Alcides lo hacían devorar cigarrillos enteros sin notarlo, y no era para menos, él era consciente de que el hombre que aparecería por la puerta del despacho en donde todos lo esperaban era el mismo hombre que salió de la nada y que en poco tiempo consiguió convertirse en una amenaza para su negocio de tráfico de sustancias ilícitas, pues había adquirido tal impacto que con sólo oír su nombre más de uno demostraba respeto, y, sobre todo, temor.

—¿Vendrá? —cuestionó uno de los sujetos que todavía se mantenía en duda.

—Vendrá. —contestó Alcides con seguridad.

—Esto me sigue pareciendo una total pérdida de tiempo. —se quejó el segundo socio—. Sólo se trata de una nueva cucaracha que tuvo su golpe de suerte, pero en tres meses les aseguro que estará fuera del juego.

—Tenemos más de noventa kilos de cocaína echados a perder por esa cucaracha. ¿Crees que debemos relajarnos? —encaró el primer socio con enojo—. Si no hacemos algo pronto quienes estarán fuera del juego dentro de tres meses seremos nosotros.

—Es mejor tener al enemigo cerca. —expresó Do Cardo—. Nuestra alianza con él no será eterna, por supuesto, sólo necesito asegurarme de que él baje la guardia, una vez que eso pase será exterminado como lo que ya dijeron que es: Una cucaracha.

—¿Y cuál es el nombre del susodicho?

—Señor... —interrumpió una de las empleadas de la mansión—. Alejandro Vercelli acaba de llegar.

Todos se miraron entre sí, cada uno esforzándose por reprimir su inseguridad. Acomodaron casi de manera simultánea sus corbatas y mejoraron su postura corporal.

—Hazlo pasar. —ordenó Alcides.

La mujer obedeció, abrió las dos puertas del despacho y en medio de ellas apareció un jovencísimo hombre de considerable estatura que, a diferencia de quienes lo esperaban alrededor de la mesa ovalada, no iba tan elegante. Usaba unos zapatos italianos negros, un pantalón de vestir también negro y una camisa blanca.

—Buenos días. —saludó ampliando más una sonrisa apática.

—Buenos días. —le contestaron todos.

Las puertas fueron cerradas otra vez. Do Cardo se acercó a él con una sonrisa también (o más) fingida y le dio un apretón de manos.

—No imaginaba que fueras tan joven, Alejandro. —le dijo tratando de suavizar el ambiente.

—Mi espalda no dice lo mismo.

Do Cardo dio una risa en tanto lo conducía hasta el lugar que le habían designado, un asiento que estaba excluido de todos, como clara muestra de la inferioridad con la que ellos veían al muchacho.

—Imagino que sabes el motivo por el que estamos aquí. —supuso Do Cardo.

—¿Para ser amigos? —ironizó Alejandro.

DARK SIDE |El legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora