Capítulo 1

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Siete de la mañana me levanto y me preparo, siete y media me monto en el coche para ir al instituto y a las ocho en punto llego a la puerta, esperando a que suene el timbre. Un día tras otro, siempre la misma rutina, ya empezaba a ser un cansancio, pero supuestamente valía la pena hacerlo porque así conseguiría entrar a la carrera de mis sueños, aunque aún no la tuviera muy clara.

El bachillerato ya estaba acabando con las últimas fuerzas que tenía, mientras los profesores me seguían amargando la existencia cada vez más, entretanto yo solo podía contar los días para verano.

Un verano que iba a ser perfecto, el mejor de nuestras vidas, ya que mis amigos y yo habíamos estado organizando todo durante meses y no podíamos esperar más para que llegase el día de partir.

Salí de mis pensamientos cuando sentí las miradas de toda mi clase hacia mí, acompañada con la de mi profesor de matemáticas que me observaba con una cara de desesperación, esperando la respuesta a la pregunta que me había formulado, que como era de costumbre no tenía ni idea, así que trate de tartamudear unas cuantas palabras sin sentido a ver si se lo tragaba, pero su respuesta fue fruncir el ceño resignado mientras se daba la vuelta con desesperación y la clase se reía, no pudo ser un momento más embarazoso, por lo menos a mí lado estaba mi mejor amigo, que mientras yo me moría de vergüenza él intentaba quitarle importancia al tema.

-Vamos anímate Jane, casi consigues sobrevivir al ataque de Voldemort- susurró Darío riendo flojo para animarme.

Suspiré sonriendo un poco dirigiendo mi mirada a otro lugar. Darío era uno de mis mejores amigos, aunque no es que se pudiera decir que tuviera muchos. Era un chico latino, de estatura media con el pelo corto color azabache, con unos ojos pequeños y achinados de color marrón, además siempre llevaba unas gafas redondas a lo Harry Potter. Con él podía tener toda la confianza del mundo, siempre me escuchaba y comprendía a la perfección, a veces no entendía cómo lo hacía.

Por suerte para mí salí ilesa de la clase de matemáticas sin que Voldemort me hiciera más preguntas, el resto de clases fueron pasando solas mientras la hora de volver a casa se acercaba y no podía estar deseando más ese momento, en el que el timbre sonaba y todo el mundo recogía lo más rápido que podía para volver a casa. Una vez terminadas las clases salimos de esa cárcel que llamábamos instituto y fui caminando a casa con Darío cómo de costumbre.

-¿Qué vas hacer esta tarde?- miré a Darío sacando algún tema de conversación para hablar por el camino.

-Pues no sé la verdad, supongo que me pondré a cuidar mi granjita, tengo que remodelar unas cuantas cosas - sonrió feliz refiriéndose al juego Stardew valley que había estado jugando últimamente.

Reí y negué divertida con la cabeza - ¿y el examen de mates que?- lo mire levantando la ceja

-Bueno eso ya es un caso perdido así que, mejor pasarlo bien que sufrir- sonrió mientras continuaba jugando -¡Mierda! Me han matado-.

Darío era un experto en los videojuegos, se los había pasado todos, desde los más fáciles hasta los más difíciles, yo a veces jugaba con él pero no había forma de ganarle, era demasiado bueno.

Me miró despegando los ojos de la pantalla de su teléfono mientras yo miraba al frente perdida en mis pensamientos, entonces me sonrió de una forma muy peculiar, a la vez que yo despertaba de mi trance por sentir su mirada y su sonrisa chismosa.

-¿Qué pasa?- lo miré confundida intentando hacerme la tonta.

-No, nada es que te veo últimamente muy pensativa, ¿Pasa algo?- me preguntó sabiendo perfectamente lo que me pasaba, porque me conocía demasiado bien.

Un verano inolvidable a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora