El Calor de la Chimenea

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Autor: alicekittridge

Summary: En una tormentosa noche de invierno, tres hijas se divierten a sí mismas y a sus lados más amables.

Palabras: 1971

Diciembre de 1881

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Diciembre de 1881

Cassandra

Una tormenta de nieve rugía fuera de las ventanas del castillo, oscureciendo cualquier oportunidad de contemplar la vista. Todo lo que había que ver era blancura, junto con la tenue luz de luna lechosa escondida detrás de nubes cenicientas. Cassandra prefería con mucho las noches claras de invierno, donde el cielo brillaba con las estrellas y la tierra estaba pintada por la brillante luz de la luna. Al menos entonces podría imaginarse caminando entre ese paisaje, respirando aire fresco y amargo, en busca de presas para arrastrar como evidencia de que su escapada había ido bien.

Pero no había posibilidad de caminar, y ya había dejado a dos criadas durmiendo desnudas en su cama, sin apetito. Se separó de la cúpula de la Biblioteca y flotó de regreso al suelo, donde Daniela se recostó en su silla favorita, la pequeña mesa a su lado estaba repleta de platos de té. No levantó la vista de su libro, Ruth de Elizabeth Gaskell, cuando dijo: —Pensé que a ti y a Bela les gustaría un poco, pero ella está ocupada y tú estás muy inquieta.

Cassandra tomó una taza llena y la acunó entre sus manos. —Ella se está follando a esa pequeña criada, sin duda.

—Todavía no la añoras, ¿verdad? —preguntó Daniela, pasando la página.

El té, pensó Cassandra, estaba muy bueno, sazonado con las especias apropiadas y una cantidad mínima del vino favorito de Madre. La respuesta de Cassandra estuvo libre de alegría. —Solo desearía haberla reclamado primero. Me hubiera encantado ver su rostro cuando le lamiera el coño.

Daniela dijo en voz baja: —Lo tomaré como un sí.

Cassandra suspiró, inclinándose para palmear juguetonamente a Daniela en el hombro. —Hay una diferencia entre anhelarlas y desearlas carnalmente.

—Para ti, tal vez.

—Realmente no es de extrañar que prefieras que las criadas te hagan el amor —Cassandra ocupaba la otra silla, bebiendo de su taza de té, su pierna rebotaba inquieta—. ¿Por qué te gusta tanto ese libro? —preguntó—. No me pareció muy bueno.

Daniela hizo una pausa en su lectura, luego, sonriendo divertida mientras refrescaba el té en su propia taza. —¿Cómo puedes pensar que no fue muy bueno cuando dejaste de leer en menos de treinta páginas?

—Una no tiene que leer una novela en su totalidad para saber que no es una obra maestra.

—Te aseguro que esta se pone mejor —dijo Daniela—. Ella encuentra el amor independientemente de sus circunstancias.

Dorință si Sânge || Hijas DimitrescuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora