XIII

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Luego de una taza de café en la casa de guardias, salí a contemplar el campo vacío. Ya eran mediados de Abril y en cierta parte sentía un gran alivio. Marzo fue un mes pesado, tantas cosas pasaron que todavía mi cerebro no procesaba.

Mis botas apenas se levantaban del suelo empedrado, solo contemplaba las nubes blancas que opacaban al sol de iluminar el suelo. El clima nublado pero luminoso no ayudaba a mi estado de ánimo, y algo que me preocupaba en cierto modo era mi estado físico, puesto a que siempre regresaba a la casa con alguna que otra mancha de tierra en la cara, mis ojeras eran más prominentes que en épocas de exámenes, y el dolor en el cuerpo nunca faltaba. Levantarme de la cama era algo tan abrumador para mi. Efectivamente vivir en 1945 era una pesadilla, más sabiendo que la nación a la que estaba sirviendo estaba perdiendo la guerra, y ver al ejército alemán en la máxima mierda.

—No sabía que íbamos a encontrarnos aquí otra vez.—

La extraña voz hizo que sin muchas fuerzas girara sobre mi eje, y ver frente a mi la figura de un señor alto con cabellera rubia acercándose a mi a pasos relajados, con sus lastimadas manos guardadas en los bolsillos de su uniforme.

—Estoy despejando mi mente...—

—Lo sé. Cada día estás más pálido y con más ojeras, así que supongo que lo necesitas.— Dijo al terminar de acercarse.

Claramente quería que otra persona me diga que estoy hecho verga físicamente. Alcé mis cejas por unos microsegundos
Sacó el pequeño cigarrillo de su boca y lo tiró al suelo para pisotearlo. El aroma a tabaco entró por mis fosas nasales, lo cuál me dio asco.

—Neta que no puedo comprender como hay gente que les gusta fumar. No le trae nada bueno al cuerpo.—

—Esto te lo he dicho hace unos meses: Si no eres General del ejército en estado de guerra, claro que no vas a entenderlo, señorito "neta."— Respondió posicionándose enfrente de mi —Y además, te haz manchado las comisuras con leche chocolatada.—

Me dio mucha vergüenza cuando me avisó sobre ese pequeño detalle. Sintiendo mi rostro caliente, me limpié rápidamente donde me dijo con mi brazo.

—Por cierto, traigo nuevas noticias.—

—E-Espero que no sean graves, señor...— Tartamudeé aún limpiando mis comisuras de manera torpe.

—Quisiera decir lo mismo, pero me temo que si lo son.— Su tono formal y grave, en el fondo me gustaba —Mañana debo luchar con el ejército, por lo que... Debo dejarte aquí.—

Una oleada de tristeza invadió mi estado de ánimo. Bajando mi brazo de a poco, lo miré desconcertado.

—¿Cómo? ¿Qué, qué quiere decir con eso?—

—Escucha, Alex.— Se me acercó a hablarme en voz baja para que nadie nos escuchara — Estoy sacrificando mi trabajo para mantenerte oculto en esto, porque no quiero enviarte a una guerra. Es horrible, te destruye internamente, y si no te pegan un puto balazo desprevenido es porque tienes una suerte de puta madre. Además de que eres un llorón, no tienes la preparación militar para soportar una guerra.—

—¿Llorón?—

—Habrán como siempre militares rondando por el centro de la ciudad, y ellos reconocen a cada uno de sus compañeros de Heer. Quiero pedirte un solo favor, pato, solo un favor.— Levantó su dedo índice —Por nada del mundo salgas de casa. Porfavor, por nada.—

De ahí bajé mi mirada al recordar las clases de historia de la prepa. Recordé que hoy el calendario marcaba 14 de Abril, es decir, en dos días se acercaba algo importante en la historia de la guerra.

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora