III

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Abrí la puerta con mucho cuidado, y no podía creer lo que veían mis ojos. Toda la estructura había cambiado, ya no parecía un museo, y las vitrinas habían desaparecido. La luz del lugar había cambiado de unas modernas a unas luces amarillas bastante antiguas, y las paredes habían cambiado a un tapizado beige.

—¿Qué...?— Estaba demasiado confundido, tanto que sentía que estaba soñando o que había muerto.

Cerré la puerta una vez de haber quedado afuera de la extraña habitación, y guardé mi teléfono en el bolsillo una vez apagada la linterna. Me encontraba en un pasillo algo tétrico, y no sabía si buscar la salida o rezar por mi vida al haber entrado a una especie de backroom, pero ya que, ya me había metido en donde no debía.

Empecé a recorrer con cuidado el pasillo, y al fondo de todo veía una gran puerta donde ese sería mi destino. En el pasillo habían decenas de puertas, todas con carteles en alemán los cuales no sabía que decían, y en las paredes estaban colgados algunos cuadros. Vi unas fotos grupales de lo que sería el ejército Heer, un mapa viejo de la ciudad para llegar a los distintos campos de concentración y exterminio, y al avanzar pude ver los cuadros de los militares españoles que estaban guardados en esa habitación, pero mucho más limpios y con menos polvo. Eso sí, la cantidad de banderines nazis que habían era estremecedor.

Cuando llegué y abrí la gran puerta elegante de madera, la música se hizo presente nuevamente, y al mirar a mi lado, una  radio estaba sonando en una estantería. Había llegado a una especie de salón principal, el piso era de cuadrados blancos y negros, y las paredes estaban plenamente decoradas de banderas nazis, un cuadro grande de Adolf Hitler, y más cosas que me eran incómodas a la vista.

Todo había cambiado, absolutamente todo era distinto y lo único que pude reconocer era la puerta de entrada de Kollegienhaus. No quería creer que no estaba en el mismo tiempo que antes, pero la mala calidad de la radio me hacía pensar que tal vez esto no era 2022. Estaba paralizado entre medio del salón observando todo, hasta que de repente escuché el sonido de un arma cargádandose, y mi corazón en ese instante casi se detiene.

—¡¡QUIETO!!— Escuché a un hombre gritar a mis espaldas a lo lejos —¡¡NO SE MUEVA O LO DISPARO EN EL NOMBRE DEL FÜHRER HITLER!!—

Alcé mis manos sin pensarlo, asustado a más no poder y con la respiración entrecortada. Sentía que moriría ahí mismo, y no me podría despedir de mis seres queridos por haberme metido en quien chingados sabe donde.

—¡¡VOLTEAD AHORA MISMO, FORASTERO!!—

Me di la vuelta lentamente sin bajar los brazos, y lo que vi fue algo inesperado. A unos metros, un rostro conocido se acercaba apuntandome con un arma, cosa que me estaba dando taquicardia.

Mis ojos se abrieron como dos pelotas de ping pong. A medida que se acercaba a pasos manteniendo la guardia, pude reconocer de quien se trataba.

—¿Es-Es usted...?—

Cuando ya estábamos a pasos de diferencia, pude leer su placa.

"Doblas Gundersen.
Generalleutnant."

—¿¡Ge-general Doblas!?— Mi voz temblaba, y mi cuerpo se había tensado por el miedo.

—¿¡Quién es usted y porqué está en Kollegienhaus!? ¿¡Acaso es un extranjero que ha venido a robar!?—

Hablaba con tanta firmeza que daba miedo. Los historiadores tenían razón, su mirada era tan amenazante que era capaz de ponerte en tu lugar sin pronunciar ni una palabra.

—¡No, no no!— Negué torpemente —¡N-No sé como llegué aquí, se lo juro! ¡Entré en una trampilla extraña y acabé aquí, pe-pero vengo en son de paz!—

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora