XVIII

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—Joder.—

Mangel se frustró y borró con la goma del lápiz la palabra que había seleccionado en la sopa de letras. Con los pocos céntimos que le quedaban, aprovecho a comprar una revista de sopa de palabras y sudoku para que la espera de su tren a Madrid no sea aburrida. 

—¿Acaso esa palabra existía en alemán? Vaya tonto.— Se dijo a sí mismo.

Sin embargo, ya era muy de noche, y apenas la luz del farol le permitía poder ver la revista. La espera había finalizado cuando por fin vio que las puertas del tren se abrieron y salieron trabajadores a indicar que podían los pasajeros subir a bordo. El español tomó rápidamente su maleta de cuero y se subió al tren, emocionado de por fin volver a sus tierras. Cuando pudo acomodarse en el asiento junto a la ventana, largó sus cansado suspiro y miró hacia el exterior, en sus últimos momentos en Berlín. Un viaje de más de 1 día le esperaba, y aunque no sea lo más cómodo y gratificante, valdría la pena con tal de regresar a su casa.

Mientras esperaba a que otros pocos pasajeros acomodaran sus maletas y suban a bordo, notó que comenzaba a llover. El ruido de la lluvia era para él un sonido relajante, observaba las pequeñas gotas caer a través de la luz de los faroles y al estar las puertas aún abiertas, el olor a tierra mojada comenzó a hacerse presente. Todo marchaba bien por el momento.

—Espero que aún estén a salvo....
¿Qué estarán haciendo ahora?—

No quería pensar lo peor.

—Dios, protejedlos de cualquier peligro y haga que la salud y prosperidad sea abundante para ellos...— Oraba con los ojos cerrados mientras juntaba sus dos manos —Ten piedad, señor. Amén.—

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ALEX:

—¡¡A-Ah, oh Dios!!—

Las cosas fueron surgiendo sin pensar. Con la lluvia de fondo, Rubén me había desvirgado sin siquiera esperarlo, muchos menos esa noche. Nuestros cuerpos desnudos estaban sudados, el ambiente candente y las cobijas arrugadas por mi agarre no eran suficientes para describir la situación.

El grueso miembro del mayor había terminado de entrar completo en mi, y no era para nada pequeño como había pensado que sería. Cuando le había bajado el pantalón, supe que debía de aceptar eso o dejarlo. La sensación era un conjunto de dolor y placer, en realidad más del primero, pero era mi primera vez en una situación de esta índole.

Mis piernas abiertas eran sostenidas por Rubén quien posaba sus manos en mis rodillas para un mejor agarre. Admito que era vergonzoso para mí sentir su mirada en mi cuerpo, nunca nadie me había visto así, pero era la recompensa para yo poder mirar su desnudez.

—¡Agh, que apretado que estás, joder...!— Exclamó entre dientes —I-Intenta relajarte un poco, Alex...—

—Eso intento, p-pero me duele mucho...— Respondí entre gemidos. —E-Es mi primera vez...—

—¿Quieres que paremos?— Preguntó preocupado —Puedo sacarla despacio, no creo que tú-...—

—¡No, no no!— Lo interrumpí negando —¡Sigue cabrón, tú sigue!—

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora