XXII

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Alex:

Me desperté por los rayos del sol en mi rostro y por el canto de los pájaros. El día no reflejaba para nada lo ocurrido en Alemania últimamente, pues con la muerte de Hitler todo empezó a derrumbarse.

Con un poco de esfuerzo, me senté en la cama con los ojos entrecerrados, y escuché las medallas del uniforme de Rubén chocar entre sí. Se estaba preparando para un nuevo día de trabajo, lo cuál para él ya no implicaba ninguna emoción.

—¿Cómo dormiste, pato?— Me preguntó mientras se enlistaba mirándose al espejo.

—Bien, por suerte...— Respondí con voz ronca —¿Haz desayunado?—

—En el trabajo lo haré. Estoy apurado, no quiero llegar tarde.— Se acomodó la visera en su cabeza y suspiró nervioso.

Noté su expresión de preocupación y tristeza. No estaban siendo días buenos para él, y si Rubén no está bien, yo no estoy bien.

Dio unos pasos hacía la ventana para taparlas con las cortinas al darse cuenta que el sol me molestaba. Luego de eso, no tardó en acercarse hacia donde yo estaba y darme un beso en la frente.

—Cuídate mucho hoy, Alex.— Recitó colocando sus manos en mis mejillas —Los aliados están más fuertes que nunca, y si quieren bombardear hasta un pueblo abandonado no dudarán en hacerlo. Hace unos minutos escuché en la radio que el General Krebs se suicidó al igual que otros más del ejército. Porfavor, si notas que algo anda mal por la zona, te pido que te escondas en el sótano... Descubrí que hay una pequeña salida por si necesitas huir de la casa. Haz lo que puedas para que no te atrapen, es lo único que te pediré por el momento, ¿Si?—

Su preocupación y las ganas de protegerme eran evidentemente grandes en él. Impactado por sus indicaciones, asentí un par de veces con la cabeza en señal de haber entendido su petición.

—Prometo que estaré bien, señor.—

Me acerqué para darle un pequeño beso en sus labios, y cuando me separé de ellos me devolvió unos cuantos besos más.

—Cuídate, pato.—

—Lo mismo digo, señor.—

Nos dimos un último beso para luego ver al mayor bajar las escaleras y dirigirse a defender el país un día más. Hasta que no lo perdí de vista, no despegué mi mirada de él. Los días enteros separados eran duros, pero me aliviaba saber que faltaba muy poco para que todo esto acabe.

Las horas pasaban, como siempre almorzaba mirando la televisión para actualizarme sobre la situación actual, rogándole a Dios que el nombre de Rubén o de alguien que yo conozca no aparezca en los titulares como fallecido. Sentía la misma ansiedad que cuando fue a luchar en la batalla de Berlín, y no era para nada lindo sentir eso.

A medida que el sol iba bajando, no me despegaba de la mirilla de la puerta, esperando a ver su carro estacionarse frente a la casa. Me ilusionaba cuando escuchaba ruidos de motores a lo lejos, sin embargo ninguno resultaba ser del vehículo del rubio. Pasaba de estar un tiempo atento a la televisión, y luego a la mirilla nuevamente.

En ese bucle de ansiedad e intriga, el reloj de la pared marcaron las 22:48 PM. Mi desesperación creció aún más, ya que debería de haber regresado hace una hora, como solía hacer.

—No, no te preocupes, Alex...— Me hablé a mi mismo mientras me recostaba en el sofá —Seguro tuvo alguna complicación en la autopista o tuvo una reunión para discutir la rendición...—

Intentaba convencerme de que todo estaba bien.

—Yo lo sé.—

Cerré mis ojos y comencé a inhalar y exhalar para calmar mis emociones tan negativas. Fueron tantas las veces que tuve que repetir el ejercicio de respiración, que accidentalmente me quedé dormido. La ansiedad había agotado toda mi energía.

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora