XVI

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Había vuelto a sentir mi respiración y mi alma en mi cuerpo, el cual estaba sumamente adolorido por el impacto. Cuando abrí mis ojos, me encontraba acostado en la cama de Rubén. Todo el ambiente estaba en paz, como si ninguna guerra estuviese pasando afuera.

Solté un quejido mientras intentaba sentarme, mis brazos estaban muy débiles como para mantener todo el peso de mi cuerpo. Noté que mi uniforme militar había desaparecido, y en cambio tenía puesto un piyama, posiblemente prestado por el General.

—Verga...— Murmuré sintiendo dolor en todo mi cuerpo.

—¿Esa es la primera palabra que dices al despertar? Que conveniente.—

Miré a mi costado, y estaba el amigo de Rubén, Mangel, sentado en un banquito mientras cosía un botón de un abrigo.

—¿Eh?—

—Pensaba que no sobrevivirías, pero aquí estás, sano y a salvo.— Hablaba con tanta tranquilidad que era extraño.

—No creo que sano sea la descripción correcta...— Respondí con un tono cansado —¿Cuánto tiempo ha pasado?—

—Solo dos días.— Me hablaba mientras cosía —Joder, los días han estado pesados... Me destruyeron la tienda, así que desde ese entonces me he quedado aquí en la casa cuidándote.—

—¿Destruyeron Ruiz Brüder?— Sentí mucha pena por la noticia —Oh... Lo lamento tanto, de veras. Intenté ayudar lo más que pude para defender la ciudad...—

—No te preocupes, hombre, yo estoy bien y eso es lo importante. De todos modos, planeaba trasladar la marca a España cuando las cosas aquí se tranquilizaran un poco. Ahora viendo que los nazis están siendo follados por la Unión Soviética, creo que será una oportunidad para hacerlo, pero... Agh, mis materiales fueron hechos polvo, eso es lo único que me da enojo, aunque en España tenga más recursos, los de aquí eran de mejor calidad.—

Era verdad. La Alemania Nazi ya se estaba derrumbando poco a poco. Eso internamente me alegró.

—En fin...— Suspiró. Dejó la aguja en la mesita de luz y extendió el abrigo para observarlo —Si, al señor Matscherfield le encantará... Oh, no no, aquí le falta costura.—

Volvió a agarrar su aguja y continuó haciendo lo suyo. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al ver sus acciones, pero al instante una preocupación más se me vino a la cabeza.

—¿Y Rubén? ¿Está bien?—

—¿Él? Oh, estos días estuvo sacado de sus casillas, por la batalla y por ti.— Dijo sin quitar su mirada de lo que estaba haciendo —Él fue el que te limpió toda la tierra de la cara, te cambió la ropa y lo más importante: Te salvó de ser aplastado por el edificio y quedar entre los escombros. Así que le debes la vida literalmente.—

¿Rubén Doblas salvó mi vida? ¿Él había sido el que se abalanzó hacia mi?

Sentía un sentimiento compartido de asombro y a la vez de tristeza. El General había arriesgado todo por mi bienestar, y yo no pude cumplir ni una mísera promesa, pero no podía quedarme encerrado con el riesgo de que una bomba podía hacerme cenizas en segundos.

—Aún estando inconsciente, te llevó al hospital militar, y de pura suerte no te pasó nada... Bueno, te hicieron algunos puntos a la derecha de tu cabeza porque te la habías abierto, pero más que eso, nada... ¡Ay, que me he pinchado el dedo!—

Con razón sentía algo extraño en mi cabeza. Pasé la yema de mis dedos por la zona, y era verdad, tenía puntos por la herida, pero no me dolía. Posiblemente me los quitarían al rato.

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora