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Hacía demasiado frío ese día de 9 de Marzo, tanto que ni siquiera almorzar en la cabaña de guardias de Sachsenhausen mis manos no podían congelarse. Por más que el uniforme era de material abrigado, cruzaba mis brazos para sentir más calor en mi cuerpo.

Nos encontrábamos en la cabaña solo el General y yo. Intenté tomar a sorbitos la sopa de pollo que estaba prácticamente hirviendo, y para sorpresa de nadie me quemé la lengua. Levanté mi miraba cubriendo mi boca con la mano, y lo vi entrando por la puerta desprendiendo humo de su boca.

—Agh, no estaba bueno ese estúpido cigarro...— Comentó asqueado.

—¿Y porqué lo consume?— Pregunté aún sintiendo mi lengua quemada.

—Para el estrés...— Guardó su caja de cigarros en el bolsillo de su pantalón —A veces los generales de alto nivel nos estresamos también.—

—Hay otras maneras de quitarse el estrés sin perjudicar la salud.— Detestaba cuando alguien fumaba delante de mi, con tan solo oler el aroma del cigarro me enojaba —Puedes hacer cosas como, no lo sé, salir a caminar, hacer ejercicio, pasar tiempo con tus seres queridos...—

—Tsk, ¿Piensas que tengo tiempo para eso?— No se tomó enserio nada de lo que dije y se sentó arriba de la mesa tratando de verse cool o algo así.

—La organización siempre es importante, eso aprendí en la universidad...—

—Bueno, desmenuzaré tu comentario con hechos: Camino todo el día en el campo, así que eso supongo que contará como ejercicio, y para rematar toda mi familia está o en España o en Noruega. Los únicos seres queridos que tengo aquí son Samuel, Alejandro y David, pero son simplemente colegas de trabajo. Así que, ¿Cómo quieres que no me estrese si aquí lo único que hago es trabajar de asesino matando a personas por sus creencias?—

Su mirada penetró la mía, y ahí empecé a cuestionarme si lo decía desde el fondo de su corazón o no. Simplemente dejé de hablar y volví a dar un sorbo a la sopa, quemándome nuevamente la lengua. El General era tan duro hablando siempre, incluso cuando me levantaba por las mañanas tenía que tirarme agua fría en la cara para no llegar tarde al trabajo. Convivir con él era raro, no sabía si las cosas que decía eran verdad o mentira, porque siempre tenía esa tonada firme y amenazante, más si se relacionaba con cualquier prisionero. Los dichos en el museo tenían razón, era cruel y sanguinario, pero con sus seres queridos era dulce y carismático. Por ahora el trato hacia mi no era nada de las dos cosas, más bien indiferente.

Se levantó de la mesa volviendo a poner sus botas negras en el suelo luego de ese encuentro de miradas tan extraña y miró el reloj que estaba colgado en la pared.

—En 10 minutos se habilitarán las cámaras de gas, así que tendrás que acompañarme.—

—¿¡Q-Qué!?— Me exalté y dejé caer la cuchara en el plato — ¡N-No no no no y no, ni loco voy a ver esa atrocidad!—

—Que llorón de mierda...— Giró sus ojos —Haz lo que te digo. Ahora todos los prisioneros están en horario de desinfección por una plaga de piojos, así que recoge a unos 20 que hayan terminado diciendo que es la hora de la ducha y yo los llevaré.—

—General, p-porfavor...— No quería hacer eso ni loco.

—¿Puedes callarte y obedecer?— El rubio ya estaba perdiendo toda su paciencia conmigo —Termina esa sopa y ve a la casa número 3. Yo soy el maldito líder, no tú.—

Suspiré cabizbajo y oí la puerta cerrarse. Odiaba esto, ya no quería estar aquí, vivir todo lo visto en clase y lo que se cuenta en los medios sobre el holocausto, era mil veces peor que solo contarlo. Si yo siendo "sargento" lo pasaba mal, los prisioneros muchísimo peor.

Invierno del 45' ; Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora