Capítulo 7

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—Si fuerzas la trampa quedarás atrapado conmigo todo el día. Debes esperar un rato y tu dedo saldrá.

Jeno miró a Renjun y encontró que la luz de la enfermería le estaba haciendo algo a sus ojos porque su compañero se veía un poco más lindo de lo habitual.

La sonrisa del pelinegro era preciosa, pero eso él ya lo sabía. Jeno había prestado bastante atención a su compañero de asiento.

Renjun a veces sonreía con sus ojos pequeños, otras veces su sonrisa no llegaba hasta ellos y algunas más su nariz se arrugaba.

Le gustaba dibujar en clases y molestar a sus amigos, hablaba con todo el mundo con amabilidad y horneaba deliciosas galletas que el rubio quisiera comer.

A Jeno no le gustaban las cosas dulces, pero lo que preparaba Renjun podría comerlo todos los días si se daba la oportunidad.

No entendía a su compañero de asiento y ahora tampoco se comprendía a sí mismo.

Se había enfadado no solo porque el pelinegro se había cambiado de asiento, sino también porque no le estaba dando la atención que antes tenía. Su amigo de cabello blanco había robado eso.

Su corazón comenzó a latir de una manera extraña cuando se dio cuenta de que había estado mirando a Renjun toda esa hora y su amigo no parecía estar molesto porque alguien estuviera atrapado en su belleza.

—Te dije que podías tomarme una foto, pero esta vez la voy a cobrar. Me estás mirando demasiado, más que antes —Renjun le sonrió divertido y Jeno no pudo decir nada.

No fue como las demás veces donde no decía nada porque no quería, esta vez era porque su boca no podía cooperar.

Tenía muchas cosas que decirle al chico frente a él, pero no sabía por dónde comenzar.

—¡Lo siento, llegué! —la enfermera rompió la burbuja en la que ambos estaban—. ¿Renjun por qué tienen un atrapa-dedos?

—Perdón, era para pasar el tiempo —quitó su dedo del juguete y con suavidad ayudó al rubio a quitar el suyo—. Listo.

La enfermera lo revisó con cuidado y le recetó algo para el dolor de estómago, enviándolos de regreso al salón para al menos despedirse del profesor Lee.

Subieron de nuevo, pero en silencio. Las cosas se habían solucionado, en parte. Ahora había otra cosa de la que hablar, pero Jeno no sabía como comenzar su oración sin decir "creo que eres bonito y me gusta tu atención".

—Permiso, profesor Lee. Lamentamos la tardanza, pero la enfermera tuvo que salir y nos pidió cuidar el lugar —le dijo Renjun caminando hacia su asiento.

Jeno lo siguió y continuó hasta llegar a su puesto, donde se dejó caer. —Perdón, profesor.

Ten asintió y ordenó sus cosas. En cuanto el timbre sonó, Renjun se levantó despidiéndose.

Como el receso había comenzado, todos se juntaron con sus amigos para ir por comida. Jeno no sabía que esperaba, pero estaba esperando algo.

—Vamos, Jeno —la pequeña mano de su amigo se posó en su hombro para llamar su atención—. ¿O prefieres quedarte aquí?

—Vamos.

Con el grupo de Renjun bajaron las escaleras hasta la cancha de futbol donde Haechan, Jaemin, Yangyang y Shotaro fueron a conversar con el otro grupo para jugar con el balón, el pelinegro miró al rubio y le sonrió.

—¿No quieres ir a jugar con ellos? —Jeno negó de inmediato—. Entonces, ven. Aprendí de mala manera que Yangs tiene mala puntería.

Sujetó a Jeno de la manga de su sudadera y lo llevó hasta los asientos que estaban un poco alejados.

—¿Qué haces cuando ellos te dejan solo? —le preguntó sentándose junto a él.

—Usualmente, no me quedo solo mucho tiempo, hay muchas personas que son fanáticas de esos idiotas, así que se sientan junto a mí para sacar información.

Jeno asintió. —¿Solo te utilizan? —Renjun comenzó a reír, tapando su boca—. ¿Por qué tapas tu boca?

—¿Ahora no me puedo reír, señor Lee?

—No me refiero a eso, quiero decir que tienes una linda sonrisa. No deberías taparla.

Renjun lo miró por un segundo antes de voltear su rostro. —No digas eso o podría creérmelo. En fin, ¿qué haces tú en los recesos?

—Por lo general me quedó en el club de jardinería a pasar el rato o dormir. Mi reloj tiene alarma para despertar cinco minutos antes de volver al salón —Renjun asintió—. Otras veces voy al salón de música... —mientras hablaba bajaba la voz, avergonzándose por la intensa mirada de su amigo—. O me quedó en el salón jugando videojuegos.

—Genial. No soy muy bueno con las plantas porque algunas me dan alergia. ¿Tocas algún instrumento? —Jeno asintió—. Algún día deberías dejarme oírte, será divertido.

—Si quieres. Aunque, no entro al salón, solo pasó por ahí para quedarme detrás. Es más relajante y nadie me molesta con su presencia —el pelinegro levantó una de sus cejas—. Tu presencia no me molesta, Renjun.

—Es bueno saberlo, me alegro. Sería de muy mala educación estar obligándote a pasar el rato conmigo cuando te estoy molestando.

Jeno negó. —Si me molestaras te hubiera pedido que buscaras otro lugar para sentarte el primer día.

—¿De verdad? Me siento honrado por eso. ¿Por qué quieres sentarte junto a mí? —esa pregunta Jeno no podía responderla de inmediato, así que se quedó en silencio—. Puedes decir que no sabes, así no me dejas esperando una respuesta. Como sea, ¿qué tan divertido son tus videojuegos que siempre estás perdido en ellos?

—No lo sé —Renjun sonrió—. Es que así tengo una excusa para ponerme los audífonos y no escuchar a la gente hablar de mí.

—¿Siempre ha sido así? —el rubio asintió—. Recuerdo que el lunes, en el primer receso moría por invitarte a ir con nosotros para pasar el rato, pero mis amigos me dijeron que no era una buena idea molestarte. Así que solo te vi marcharte hacia donde sea que fueras.

—Debiste hacerlo.

—Creo que sí.

Cuando el timbre sonó, el grupo de Renjun fueron a darse un baño mientras ellos dos iban hacia el salón. La mayoría de las personas que los veían pasar no podían evitar hablar en voz alta de lo impresionados que estaban porque Jeno hiciera vida social.

—Eres bastante conocido, Nono.

Jeno suspiró. —No es divertido. Las personas creen que porque tapan sus bocas yo no me doy cuenta de que hablan de mí, hay veces en las que quisiera desaparecer.

—No digas eso, Jeno. No sería divertido sin ti.

Esa frase estuvo en la mente del rubio todo el día, incluso cuando volvió a casa después de una jornada en clases.

¿No sería divertido sin mí?

Su padre lo vio perdido en sus pensamientos y decidió que sería buena idea dejarlo así. Hace años o desde nunca ha visto a su hijo de esa manera y era divertido presenciar como este fruncía el ceño o levantaba una de sus cejas buscando una respuesta a lo que sea que estuviera en su cabeza.

Sus videojuegos pasaron a otra página, lo único que tenía en mente era poder descubrir lo que sentía.

—¿Papá? —el hombre asintió desde el otro sofá—. ¿Cómo te diste cuenta de que te gustaba mamá?

El señor Lee lanzó su libro al suelo y se sentó junto a él. —¿Te gusta una chica, Nono?

—No.

—¿A qué viene esa pregunta?

Él tampoco lo sabía.

—¿Recuerdas que te hablé de Renjun? —su padre asintió, levantando una de sus cejas—. Hablé con él hoy y solucionamos nuestras diferencias.

—¿Te gusta Renjun, hijo?

¿Me gusta Renjun?

—Al parecer —susurró, mirando a su padre algo asustado.

Compañeros de asientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora