Capítulo II: Expediciones (1era. parte)

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Por Seba

Fue una noche difícil. Si bien habían logrado convencer a Paula de que era más seguro ir a buscar a su padre y a su hermana al día siguiente cuando el sol saliera, ella no dejaba de llorar y la angustia había contagiado al resto. Eze trataba de consolarla y los demás simplemente deambulaban hundidos en sus pensamientos, sin decir mucho. El primer día del apocalipsis los había golpeado duro: dos miembros del G7 todavía no habían llegado, otros dos estaban heridos y habían presenciado la posible muerte de dos recién incorporados al grupo. Eze y Chelo aún no podían sacarse de la cabeza la escalofriante escena del jardín y a Seba lo carcomía la culpa por no haber vuelto él mismo a buscar a Facu y Seo. La euforia de reencontrarse y de llevar a cabo con éxito el Plan se había esfumado más rápidamente de lo que hubiesen querido y de lo que necesitaban en este marco apocalíptico.

Luego de buscar algunas cosas cómodas sobre las que tumbarse, se reunieron en el patio cubierto, alrededor de una pequeña fogata hecha sobre libros, y trataron de conciliar el sueño. No fue fácil. Arriba, de guardia en una ventana, Seo recibía la fresca brisa de las últimas horas de la madrugada. A lo lejos todavía se veían las llamas iluminando la noche. No eran más de cuatro cuadras las que los separaban, pero estaban llenas de esas cosas, que parecían más activas cuando el cielo se teñía de negro. Estaba intranquilo, había visto la explosión y su sentido común le decía que las probabilidades de sobrevivir a ella eran mínimas... O tal vez no era eso lo que lo preocupaba, quizás era el auto que había salido de la nada, o la extraña muralla de coches y lo que podía haber detrás...

A primera hora de la mañana todos estaban despiertos y reunidos en el escenario, que ya era el lugar oficial de asambleas. Paula exclamó que no debían demorarse ni un segundo más en comenzar la búsqueda, respaldada por Eze y Teresa, una mujer muy sensible y que le había tomado cariño a la pequeña. Facu, todavía aturdido, negó con la cabeza en claro gesto de rechazo. Chelo, Seba y Seo, por su parte, argumentaban que no era seguro y que las posibilidades de encontrarlos con vida eran tan pocas que no justificaban poner en peligro al resto del grupo.

—¡Por favor! —gritó Paula, y estalló otra vez en llanto. Eze la abrazó y dirigió una dura mirada a los demás.

—Un pelo de concha tira más que una yunta de bueyes... —susurró Seba, echándose hacia atrás para que su comentario pasara desapercibido. Chelo se tapó la cara muy poco disimuladamente y negó con la cabeza.

—¡No podés! ¡Qué hijo de puta! —dijo, resistiendo una risita.

—¿Pero qué mierda les pasa? —retrucó Raykiou, visiblemente enojado—. Este hombre me ayudó a llegar hasta acá, ¡¿y ahora lo vamos a abandonar así nomás?!

Le siguió un momento de silencio, que fue interrumpido por un Seo decidido.

—Está bien, vamos. —La niña podía ser una carga, pero Seo sabía bien que los conocimientos de un armero les eran muy útiles.

Y así, con un entusiasmo renovado, comenzaron a prepararse. Facu iba a quedarse en la escuela con Teresa, era mejor que hiciera reposo después del accidente, y además aún creía que aquella era una misión sin sentido. Seo se disponía a cargar su azada cuando Eze lo detuvo y lo apartó unos segundos.

—Mirá, no te lo tomes a mal, pero ella quiere ir a buscarlos y... bueno, cree que los abandonaste. No confía mucho todavía, y preferiría que te quedaras acá.

—Pero les expliqué exactamente cómo fue. El propio armero me dijo que me fuera.

—Sí, ya sé, pero bueno, es así... —No sonaba muy convencido de lo que le estaba pidiendo.

—Bueno. Después contame cuántos zombies mató tu minita —respondió Seo, con tono despectivo. No le gustaba que le dieran órdenes y le molestaba el hecho de no poder volver al lugar del accidente para despejar sus inquietudes.

Z7: Hermandad y MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora