Capítulo III: Decisiones (1era. parte)

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Por Mati

Sentimientos de temor y preocupación se apoderaron de mí luego de presenciar tan escalofriante suceso. Parecía que esa sensación reconfortante que él me había transmitido en un comienzo se desvanecía rápidamente.

Acabó con la vida de un niño sin vacilar... ¿Realmente no sintió nada? ¿Hizo lo correcto? ¿Nos protegió? ¿Somos unos asesinos? Tal vez... ni siquiera era de verdad ¿Y si nos disparaba? ¿Cómo iba a explicárselo a mis amigos? Mi cabeza no daba más, no podía concretar una respuesta. Continuamos en silencio el resto del camino hasta llegar a la escuela.

Al llegar al colegio el clima dentro de él no era muy alentador. Las expresiones en sus rostros no denotaban algo bueno y yo no podía comprender lo que sucedía, hasta el momento en que Seo me reveló la herida de Agustina.

Mis preocupaciones por lo ocurrido anteriormente se desvanecieron por un momento. Mi atención se centró en la pequeña que aún no despertaba. Como respuesta al llanto de su hermana y los reclamos de su padre, la niña despertó y enseguida comenzó a delirar a causa de la fiebre, la cual era muy alta y alarmante. Teresa hacía todo lo posible por bajar la temperatura, pero nada daba resultados.

Todos éramos conscientes de lo que se aproximaba, debíamos tomar una decisión sobre cómo íbamos a accionar si queríamos estar preparados. Era una chiquilla... pero pronto se convertiría en una amenaza para todos.

Alfredo lamentaba el momento en que había llevado a su pequeña a tan peligroso lugar. Mientras que Paula, entre gritos, suplicas y llanto, insistía en que debíamos llevarla a un hospital. Era evidente que, aunque pudiéramos hacerlo, los profesionales no podrían hacer nada, sólo retrasarían lo inevitable.

—No nos queda mucho tiempo... —dijo Milo sin perder la conexión visual con Agustina, mientras sus ojos alertas no perdían detalle alguno, recreando en su mente un evento del pasado.

Su voz denotaba seguridad y preocupación como si supiera lo que nos esperaba. Pues lo entendía perfectamente, el mismo suceso volvía a repetirse. En ese momento no sólo mis preocupaciones sobre lo que había sucedido ese día volvieron sino también unos recuerdos.


Luz era una dulce joven que, junto a su novio Franco, trabajaba en un almacén de Las Parejas. El lugar recientemente había sido saqueado, a posteriori ellos se instalaron allí.

Los conocimos la mañana en que iniciaba mi entrenamiento, Milo y yo buscábamos lo que sería nuestro próximo almuerzo. Al llegar al almacén, frecuentado por Milo, notamos no sólo que ya nada quedaba, sino también un conjunto de zombies que bloqueaban una gran puerta. Comenzábamos a retirarnos, era una pelea innecesaria, pero unos gritos de ayuda procedentes del lugar aclaraban el porqué de esa insólita reunión.

Tenemos que ayudarlos, eso no aguantará por mucho apuntó Milo mientras desenfundaba su espada.

S-sí... tienes razón dije, titubeante.

No tenía idea de lo que debía hacer y mucho menos cómo, estaba muy nervioso. Eran cinco contra dos, y mi inexperiencia me hacía dudar.

Relájate... No te preocupes, yo estoy aquí y te protegeré... Será un buen calentamiento dijo Milo, muy seguro de sus habilidades.

Sus palabras eliminaron mis nervios, llenándome de valor para encarar la situación.

¡Vamos! gritó Milo, dando inicio a la operación.

Grito que captó la atención de los caminantes, atrayéndolos hacia nosotros. Dividimos su atención manteniendo una mediana distancia, tres fueron tras de Milo y dos hacia mí. Era el momento de mostrarle lo que era capaz de hacer. Con una de las espadas entre mis manos me abalancé contra mi primer oponente dando un sablazo vertical que se incrustó en su cabeza, impidiéndome recuperarla, pero cumpliendo su objetivo. Mi segundo enemigo se aproximaba detrás del primero, por lo que cedí la espada, desenfundé la otra, retrocedí unos pasos e intenté rebanar su cuello. No conseguí el resultado deseado. Acto seguido ejecuté un segundo ataque, pero antes de poder darle el zombie cayó frente a mí luego de que un sable atravesara su cráneo desde su espalda.

Z7: Hermandad y MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora