Por Seonix
Ya era casi mediodía, estaban con el auto cargado, las mochilas llenas y el estómago vacío, pero se encontraban a poco más de 100 metros de la Escuela, su gran y soñado Bastión. Estaban ahí para tomar una decisión rápida: ¿valía la pena intentar recuperar el último lugar donde durmieron tranquilos?
Desde su ubicación sólo podían ver un costado del edificio, y la esquina. Y LA esquina. En ese momento se abrieron ligeramente las nubes del cielo y dejaron caer unos rayos de sol sobre su camino. Si bien a esas alturas nadie esperaba señales divinas, tomaron aquello como un desafío. Debían planear cómo retomar su baluarte.
Seba: —Tenemos que rescatar a nuestros compañeros.
Eze: —Alfredo nos demostró ser un tipo duro además de leal. Yo daría mi vida por salvar la de él. Le debo mi vida, además es el padre de Paula. No podemos dejarlo ahí.
Seo: —No me importa ninguno de ellos. Desde el comienzo sabíamos que era probable que nos abandonaran de una forma u otra. Pero creo que no hace falta que les recuerde el esfuerzo y los recursos que usamos para crear esa fortaleza.
Mati: —También conocemos sus puntos débiles.
Eze y Chelo, al unísono: —El Jardín...
Se hizo un silencio mientras todos recordaban el río de sangre putrefacta que había quedado en el jardín. Aun en 50 años, si sobrevivían lo suficiente, recordarían esa escena.
Facu: —Votemos.
Mati, Eze y Seo no dudaron, creían que debían recuperar la escuela a toda costa.
Mariano, Facu y Chelo estaban en contra. Era peligroso y no estaban seguros de ser física y mentalmente capaces de matar a Víctor y compañía. Además, resultaba sorprendente que los hubiesen dejado salir así nomás de la iglesia, después de lo que Mati les había contado en primer lugar.
Seba dudaba, no porque no quisiera retomar su otrora hogar o rescatar a sus camaradas, sino porque creía que no era el momento, primero tenían que asegurarse de que la iglesia era un lugar seguro.
Así que, por efecto de la democracia, decidieron volver a la iglesia.
Al llegar, Gabriel los estaba esperando, pero esta vez de una forma diferente. Ya no parecía el servicial y amable hombre que los había recibido la primera vez, su cara ya no transmitía calma, sino que parecía la de un psicópata.
Gabriel: —Los acepté por ser amigos de un discípulo, les di un lugar donde dormir. Les ofrecí comida y bebida. Y ustedes me lo agradecen ignorando mi autoridad, yéndose sin siquiera decir "gracias". ¡Llévenselos!
Cuatro de los hombres de Gabriel levantaron sus armas, rifles de asalto que vaya Dios a saber de dónde las habían sacado, y los escoltaron hasta una habitación en la parte trasera. Todos parecían desconocer qué era esa extraña habitación, llena de sahumerios y olores raros. Todos excepto Mati, quien sabía que les esperaban 3 días de tortura mental, de intentos de lavado de cerebro. 72 horas en las que debían aceptar al nuevo salvador o enfrentar el castigo del Profeta.
"Soy el único Profeta", "Dios nos guiará si me siguen", "Conozco el camino a la verdad", "Los purificaré", "Soy la salvación" y centenares de citas bíblicas se repetían una tras otra. Al principio intentaron idear un plan para salir cuando les trajeran comida. Eran siete contra uno o dos guardias, podían reducirlos y escapar sin problema, pero Mati insistía en que él ya había soportado ese calvario y no lo había afectado, que podían resistirlo y hablar luego con Gabriel para mantener al grupo dentro de la iglesia.
Seo: —Me niego a aceptar que alguien me dé órdenes absolutas, siempre fuimos una democracia y nunca voy a dejar que un dictador con complejo de Dios me diga qué hacer.
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Z7: Hermandad y Muerte
HorreurCuando los zombies tiñen de sangre las calles de toda Argentina, un grupo de siete jóvenes, autodenominado "G7", recurre a un plan de supervivencia diseñado años atrás en una noche de bromas y alcohol: regresar al lugar que los unió de adolescentes...