Z7: Hermandad y Muerte

Capítulo III: Decisiones (2da. parte)

Seis días atrás:

Día I

Una cara familiar para algunos llega a su casa y se reencuentra con su padre Antonio, quien lo esperaba, muy preocupado por su bienestar. Al parecer está listo para partir a algún lado, tal como evidencian los bolsos sobre la mesa. Acorde a las advertencias sobre lo inseguro de permanecer allí, Antonio le entrega un cuchillo a su hijo para su protección. El joven le comenta que conoce un lugar en el que estarán seguros. No obstante, su padre hace caso omiso, puesto que ve poco probable que un manojo de adolecentes sobreviva en aquellas condiciones, y no encomendará la seguridad de su familia a unos críos.

Cargan todo al móvil y marchan en busca del amigo de su padre, con quien había logrado comunicarse hacía un par de horas.

El caos recién está comenzando en la ciudad, y transitar las avenidas de la ciudad no resulta fácil. Tal vez debieron esperar al amanecer. El recorrido está llevando más tiempo de lo esperado, pues tienen que evadir bloqueos, personas desesperadas y algunos caminantes.

Día II

Llegan de madrugada al hogar de su camarada, quien los recibe con abrazos, feliz de encontrarlos a salvo y de proporcionarles protección en su casa. Comparten una comida mientras planifican lo que harán al día siguiente.

Víctor es ex policía de la localidad y aunque parece un hombre normal, detrás de esa faceta gentil se oculta un pasado oscuro.

Al día siguiente se reúnen con unos antiguos compañeros de trabajo que los ayudarán a buscar un lugar seguro donde poder subsistir. Realizan varios saqueos para abastecerse de alimentos. Los caminantes, frente a esos expertos en combate, no son problema. Todos a excepción de Antonio portan armas de fuego, sin embargo, para ahorrar municiones, sólo las disparan como última opción, arreglándoselas con las porras que tienden de sus cinturones, o haciendo uso de otras armas como barras de aluminio, una pala y una lanza clavos para limitar las balas.

Todo marcha correctamente, para sorpresa de algunos esa calma no durará mucho más. Al llegar al supermercado Quijote dan con un grupo de personas que obstruyen el ingreso proclamando lo que se encuentra dentro como suyo, resistiéndose a entregar lo que sea. En apenas un instante alguien con una cicatriz particular dispara su arma, asesinando a todos los extraños.

Al parecer Antonio es el único afectado del grupo. Atónito, no puede creer lo que está viendo. Aunque se conocen desde hace mucho tiempo, omitía ese lado turbio de Víctor. No está de acuerdo con sus métodos, aunque sabe que tampoco es inteligente ponerse en su contra. Toman lo que necesitan y regresan a sus hogares.

Dia III

Es el momento de ir en busca de una zona segura. Las murallas de autos frente a la terminal captan la atención de los cuatro policías. Convencidos de que el lugar está habitado, saben que si logran hacerse con el edificio esos muros los protegerán y podrán beneficiarse de lo que encuentren. Antonio sabe lo que se aproxima y aunque prefiere evitarlo decide seguir a Víctor en lo que sea mientras los proteja.

Están al tanto de que estarán armados y será peligroso, por lo que planean todo cuidadosamente y antes del mediodía una masacre se desata en la terminal sin diferenciar entre mujeres, niños o ancianos. Asesinados fríamente, sin compasión. Los pasillos de la terminal se convierten en un mar de sangre. Incluso Antonio es partícipe del crimen.

Algunos logran escapar por lo que mantienen con vida a un hombre para interrogarlo, por si eran peligrosos y regresaban. Jerónimo se mantiene en silencio, no tiene intenciones de decirles nada. Víctor no soporta la insolencia y le dispara en la pierna consiguiendo que el hombre se desmorone, estremeciéndose del dolor. Mientras el retirado de la ley disfruta de la escena, uno de sus compañeros pregunta nuevamente sin conseguir respuestas, lo que lo enfurece y con su pie presiona la herida. El líder de la cicatriz lo detiene y ordena ponerlo prisionero como precaución.