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El sábado por la mañana, Karl andaba a la carrera entre la cafetera y el armario, mientras miraba el reloj. Ya eran más de las once; no sabía si Sapnap tendría planes, pero tenía claro que cuanto más tiempo esperara, más probabilidades había de que así fuera, de manera que se había levantado relativamente pronto y ya se había duchado, y casi vestido. Mientras esperaba el café se dio cuenta de que estaba hiperactivo, pero a veces le pasaba que tenía demasiada energía y necesitaba canalizarla. Un minuto después, George apareció en pijama y con el pelo revuelto mirándolo con cara asesina.

—Son las once. ¿Qué coño te pasa? Intento dormir, pero no hago más que oírte correr de un lado a otro de la casa.

—Nada, tranquilo, me marcho ya. Vuelve a la cama.

—¿Se puede saber dónde vas tan temprano? —A George todo lo que fuera levantarse antes de la una le parecía madrugar.

—Voy a ver si Sapnap quiere salir.

Le dio un trago al café mientras George se frotaba los ojos y los oídos, como si lo hubiera oído mal.

—Espera, ¿he oído bien? ¿Le vas a preguntar si quiere salir contigo? —El castaño afirmó—. Ay, cielo, perdona que te diga esto, pero eres la viva imagen de chico encantador al que le va a estallar algo en la cara.

—Tú no te preocupes, no es nada romántico. Es profesional.

—¿Profesional? ¿De qué hablas? ¿Tiene algo que ver con el favorcito ese?

—Te lo cuento más tarde, ¿sales esta noche? —George se encogió de hombros—. Bueno, pues cuando vuelva, si aún estás aquí, pedimos pizza y te pongo al día, ¿de acuerdo?

George se revolvió el pelo y puso cara de resignación, pero su amigo iba en vaqueros y con el pelo tan despeinado como siempre, así que supuso que decía la verdad sobre que no tenía nada de romántico.

—Vale, vale. Me vuelvo a la cama—.Le tiró un beso—. Con precaución, niño. Ya sabes lo que digo siempre: si las cosas se tuercen, una patada en las bolas nunca falla.

—Sí, suelo tener esa frase presente.

Karl se despidió de él y tomó el ascensor para subir al cuarto piso. Una vez dentro se dio cuenta que podía haber subido por las escaleras, pero ya era tarde, así que aprovechó para mirarse en el espejo. Desistió con su pelo; hiciera lo que hiciera, sus rizos siempre parecían revueltos, y de todas formas no le había mentido a George: aquello no tenía ninguna intención que no fuera obtener información sobre el músico.

Una vez arriba llamó al timbre sin parar hasta que Sapnap abrió, irritado.

—Suelo abrir a la primera, ¿sabes? Hay que dar tiempo a la gente a llegar a la puerta.

—Es que no sabía si estarías despierto—.Le mostró una sonrisa amplia para suavizar la situación—. ¿Tienes planes para hoy? Con planes me refiero a algo que implique salir de tu piso, claro, no a quedarte en el sofá viendo pelis en blanco y negro.

— ¿Y tú cómo sabes que hago eso?

— No lo sé. Lo he dicho por decir. Bueno, ¿tienes planes o no? —Por su cara se dio cuenta de que él estaba buscando una excusa que poner, pero tardó tanto que el castaño se cruzó de brazos—. ¿No se te ocurre nada?

Sapnap tuvo el detalle de parecer avergonzado.

—Perdona, no es por ti. Es que eso de reconocer abiertamente que no se tiene nada que hacer no deja de ser lamentable.

maldita kate: karlnap.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora