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Ya habían transcurrido seis días desde la excursión al parque, y aquella mañana de sábado, Sapnap se despertó pensando que la fiesta estaba ya a la vuelta de la esquina, y que en cuanto esta quedara atrás, al fin podría recuperar su vida normal. Pero antes de que eso sucediera, tendría que pasar la prueba, y no dudaba ni un segundo de que sería escrutado con todo lujo de detalles, y Karl más aún; aquello le recordó una cosa, y con ella en mente agarró su teléfono. Le envió un mensaje preguntando si estaba ocupado para comer. Unos diez minutos después, él le llamó por teléfono.

—¿A dónde?

—Buenos días a ti también... a un restaurante. De los caros.

—Entiendo.

—Es para que te familiarices un poco con... es solo protocolo.

—Sí, ya lo he entendido. Vale, estaré listo como a la una—.Y colgó sin decir más.

Sapnap miró el teléfono, aún sorprendido de aquella brusquedad. Pues por lo visto también le iba a tener que enseñar modales, suponía que no le había hecho excesiva gracia la idea, pero, ¿qué iba a hacer si no? Debía asegurarse de que en la fiesta no quedara muy... muy... vale, sí, se daba cuenta de que sonaba como un idiota, pero odiaría que le dejara en mal lugar. Sabía cómo se comportaban a veces los chicos como él, tratando de llamar la atención, tan ordinarios. No iba tampoco a perder el sueño por ese detalle, pero no quería que Kate tuviera armas para meterse con él, o con el chico. Mejor prevenir.

Fue a ducharse, pensando que esa vez no acabaría tirado por el suelo en vaqueros. Pero estaba tranquilo, sabía que al menos la semana anterior había hecho el esfuerzo de aclimatarse a los gustos de Karl, así que ese día él no iba a tener otro remedio que hacer lo mismo.

Para su desgracia, cuando bajó a llamar a la puerta le abrió el propio Karl, quien no parecía tener la menor intención de deshacerse de sus pantalones vaqueros y una camisa blanca debajo de ese suéter de hippie que parecía nunca soltar ¿lo lavaba acaso? Le miró de forma crítica.

—Así que yo te llevo a pasar un día genial y a cambio tú me llevas a un restaurante a darme clases —murmuró.

—Eso es—. Sapnap alzó una ceja—. Pero la comida te gustará.

—Más te vale. Espera un minuto, que busco el bolso.

Le dejó plantado en la puerta mientras se metía en su habitación. George se asomó desde la cocina, con un cuchillo en una mano y un plato con un bizcocho en la otra. Le lanzó una mirada recelosa, pero de dos pasos se acercó hasta quedar a su lado.

—¿No quieres entrar?

—No, gracias, estoy bien aquí.

El chico miró hacia la habitación de su amigo, como para constatar que no pudiera escucharlo. Después depositó el plato sobre el aparador, pero no así el cuchillo.

—Tienes buenas intenciones, ¿verdad?

—¿Perdona?

—Escúchame bien, porque esta película ya la he visto antes—.Dio dos pasos hacia él mientras Sapnap se apartaba con precaución, aquel cuchillo en sus manos no resultaba muy tranquilizador—. Conozco bien a Karl, hace años que somos amigos... es una lindura, y tiene un gran corazón, y los tipos siempre terminan queriendo lo obvio. Así que voy a decírtelo muy claro: ni se te ocurra tocarle un solo pelo. Si te da un calentón te pegas una ducha fría y listo, porque si un día de estos lo veo entrar por esa puerta llorando por alguna cosa que le hayas hecho, subiré y te cortaré las pelotas con este mismo cuchillo. ¿Entendido? No soportó a esos tipos que se hacen los heteros que ponen la excusa de querer experimentar con inocentes.

maldita kate: karlnap.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora