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La fiesta benéfica tenía lugar en el hotel Fairmont, como todos los años. Era uno de los mejores hoteles de la ciudad, y Lester siempre se encargaba de reservarlo entero para que no hubiera tráfico de turistas durante la fiesta, así que el personal lo acondicionaba a su gusto, desde el enorme salón hasta la terraza superior, pasando por el espacio que había al aire libre en medio del hotel. Sapnap había permanecido callado durante el trayecto hasta allí, pensativo, y Karl lo había dejado tranquilo; estaba seguro de que seguía preocupado, prácticamente, aunque sea una mentira, estaba saliendo del closet con los de su trabajo.

Y a decir verdad, él también lo estaba, aunque solo un poco. Nada que un par de copas de champán no solucionaran, aunque la combinación de alcohol y zapatos con tacón no parecía la mejor idea del mundo.

—¿Es ese? —preguntó, al ver que el coche se paraba.

Lester les había enviado un servicio de chófer a todos los invitados, no quería que nadie condujera por si acaso bebían.

—Sí. ¿Has estado? —Sapnap hizo una mueca—. No me digas que has trabajado ahí también, por favor.

—No, aunque no es mala idea. Siempre es mejor un hotel que una gasolinera, ¿no crees?—bromeó él. Tuvo un pequeño acceso de risa cuando el chófer le abrió la puerta de forma ceremonial—. Ay, diosito.

Sapnap movió la cabeza, y abandonó el vehículo por el otro lado.

—Por favor —pidió, cuando ya estaban en la entrada—, trata de comportarte.

—Está bien, tranquilo, tranquilo. Me pondré el chip de superfresa.

En la entrada había un hombre vestido con traje que sujetaba una tablilla con la lista de invitados. No tardó en localizar a Sapnap, y les permitió el paso después de tacharlo. El hotel Fairmont era un hotel de corte moderno, y estaba decorado con mucho gusto, en plan minimalista; la mujer de Lester había sido una asidua colaboradora en causas benéficas, y al morir, Lester había continuado con su labor, desarrollando un lado filántropo que sorprendía mucho a la gente que lo rodeaba.

—¿Cuál es la causa benéfica? —quiso saber Karl, mientras observaba aquel despliegue de medios.

Cada detalle de la decoración costaba un dineral, y era perfecto. Había montones de camareros repartiendo copas de champán u otras bebidas, y por todos lados había mesitas dispuestas con comida para picar. No faltaba detalle, todo cuidado al milímetro, y coronado por otro maître de aspecto aristocrático.

—Cada año apoya una diferente. Creo que este toca el hambre en África Occidental.

—Quizá sería del todo perfecto si donara el importe de lo que se ha gastado aquí esta noche... ¿la abuelita de quién ha elegido la música? Dios santo, parece funeral esto.

—Eso es cosa de Kate seguro. Es un poco clásica.

—¿Un poco? Me dan ganas de llamar a un cura y darle la extremaunción a alguien... como suene El condor pasa me pego un tiro.

—¿Cómo demonios conoces esa canción con tu edad? —Edad que no sabía, ahora que lo pensaba, aunque deducía que era más joven que él.

—Es un clásico en mi casa. A mi me padre le encanta.

maldita kate: karlnap.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora