O9

152 10 4
                                    









Karl terminó de vestirse y salió en silencio de su piso, para no despertar a George, que dormía a pierna suelta en su habitación. Eran ya las once de la mañana, pero como siempre, su amigo no tenía prisa por despertarse. Sylvee le había enviado un mensaje para ver qué día tenía libre e ir juntos a comprarle ropa para la fiesta. Le apetecía tanto como sacarse una muela, pero lo había prometido, así que no tenía más remedio que ir. Y además, tampoco es que tuviera nada adecuado que ponerse, porque la dichosa fiesta benéfica tenía pinta de ser de alto nivel. Al menos Sylvee era más agradable que el rancio de su hermano; hasta al escoger profesión había sido mejor, donde hubiera un cupcake que se quitara un músico. Cogió una chaqueta y cuando salió a la calle, tuvo que abrochársela, ya que los días empezaban a refrescar.

Buscó el coche de Sylvee, y se quedó parado al ver la furgoneta que había aparcada frente al portal. Rosa, con un cupcake gigante en el lateral, y más dibujos de dulces como cayendo desde el cielo por todas partes. Sylvee estaba al volante, y al verlo agitó la mano por la ventanilla.

—¡Aquí!

Varias personas se giraron a mirar, y Karl se apresuró a subir al vehículo.

—¿Te gusta la camioneta? —preguntó la rubia—. Acaban de entregárnosla, Lucas diseñó el exterior.

—Sí, es muy... colorida.

—Gracias—.Miró por el espejo retrovisor, y al ver que no pasaba ningún coche se incorporó al carril—. Lucas quería que tuviera un cupcake gigante en el techo, que girara y echara burbujas de jabón. Pero no teníamos presupuesto para ello, así que logré convencerlo de no hacerlo. A veces se dispersa un poco.

—No me imaginaba que él fuera así, fíjate.

—Bueno, ¿qué? ¿Emocionado?

—No sé si esa es la palabra exacta...

—Nah, mira, tómatelo como un regalo de navidad anticipado. La fiesta será un fastidio, en eso no te voy a engañar, pero al menos te sacarás un traje y unos zapatos... —Lo miró de reojo—. Y una sesión de peluquería y skincare, sin ofender.

—No, si no me ofendo nada, tranquila.

—Y mi hermano se olvidará del arreglo del auto y ya no le deberás ningún favor. Créeme, mejor quitártelo de encima cuanto antes.

Karl se imaginó «teniéndolo encima» para así poder quitárselo, y sacudió la cabeza. ¿Qué le pasaba a su imaginación? Si el chico no le atraía lo más mínimo... ¿o sí? Negó con la cabeza, y Sylvee lo miró extrañada.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí, estaba pensando una tontería. ¿Qué tal va la tienda?

—Mejor de lo que esperábamos. A este paso vamos a tener que contratar algún ayudante. Becario, por supuesto, no nos da el dinero para más, pero tenemos mucho trabajo.

—Me alegro. La verdad es que tienes muy buena mano con los dulces.

—Gracias. Bueno, ya hemos llegado.

Karl ya se imaginaba que lo llevaría a aquel centro comercial, lleno de ropas de marca, pero no dijo nada. Una vez aparcaron, se bajaron de la furgoneta y Sylvee le tendió un mazo de papeles.

—¿Te importa? Es para hacer un poco de publicidad.

—Claro que no.

Miró el primero de los papeles; eran folletos de propaganda de la pastelería, con varias fotos de cupcakes, pasteles, tartas, donuts y batidos de frutas con nata y sirope de aspecto más que apetecible. Los fueron repartiendo por los autos, dejándolos enganchados en los limpiaparabrisas. Cuando terminaron, Sylvee le sonrió agradecida.

maldita kate: karlnap.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora