Estaba nervioso.
Antes de que la lluvia se convirtiera en un diluvio, decidimos entrar al apartamento de Carter. Discutimos por un rato si lo mejor era bañarnos y quitarnos toda el agua mugre que seguro teníamos encima, o simplemente cambiarnos de ropa. Luego de un rato, él terminó por acceder a la primera opción. Mientras se quitaba la camisa negra empapada, me señaló con la cabeza el baño principal.
— Usa ese. Si no hay jabón en la rejilla que está debajo de la ducha, busca en el segundo cajón del lavamanos. Emma guarda ahí las reservas.
— Dale. — Dije, caminando hacia la puerta gris del cuarto. Volteé a verlo antes de entrar. — Si quieres que te estregue la espalda, nada más es que me llames.
Carter soltó un bufido.
— Ajá. Como si eso fuera a pasar.
Me saqué las prendas mojadas y entré a la ducha. Aunque nos envolviera una relativa calma, yo aún estaba algo aletargado. No me podía concentrar en lo básico. Mis pensamientos iban de aquí para allá, divagando entre lo que diría en la charla que seguramente tendríamos a continuación y la mala espina que tenía con respecto a Pablo. Mientras tomaba la barra de jabón y la pasaba por mi pecho, pensé en lo estúpidamente absurdo que sería abrir ese asunto de buenas a primeras.
No me concernía. Al menos, no si él no quería.
Si lo hacía, si le preguntaba, o si sólo lo mencionaba ¿Estaría actuando como un entrometido o como alguien medianamente sensato? Quizá era mi imaginación haciendo de las suyas. Podía ser que los recuerdos se me estuvieran trocando y no existiera ningún cabo suelto que atar. Sin embargo, se me dificultaba ignorar el mal presentimiento. Porque era raro, extraño, el cómo trató de sacar información sobre Carter teniendo a su madre prácticamente al lado. Y si era así y yo no estaba actuando como un paranoico, el recuerdo de él y su incomodidad en esa feria escolar por fin calzaba. Después de todo, mi hermana, aparte de cantar absurdamente bien, tenía una intuición que nunca fallaba.
Me di cuenta que no había llevado un cambio de ropa al salir de la ducha, así que, ni bien secarme un poco, me aventuré fuera de ella. Éramos únicamente Carter, yo y aquel gato gordo que se escondía tras la cortina cada que iba al apartamento. No creí que hubiera mayor problema en caminar hasta la habitación principal solamente en bóxer.
— ¿Sabes si aún está aquí la ropa que dejé el otro día? ¿O será que ya me la llevaste? Es que no me acuerdo — Solté al entrar. No obstante, lo que encontré me descolocó un poco. — ¿Carter? ¿Qué haces allí?
Sentado al borde de la cama, él levantó la vista hacia mí. La ráfaga de luz que dejé pasar al abrir la puerta tocó parte de su torso desnudo, iluminando aquello que por mucho me abstuve de siquiera imaginar. Parecía que recién acababa de salir de un trance.
— Sí, estoy seguro de que tu ropa está en mi parte del closet, un cajón más arriba que en el que guardo mi colección de rocas. — Respondió, yo me senté en el otro extremo de la cama. Noté, mirándolo de reojo, cómo su piel blanquecina relucía entre las tonalidades oscuras de la habitación. — ¿Qué pasa?
Tomé airea y lo solté con paciencia. El contraste de colores era tan atractivo como preocupante.
— Nada, sólo me preguntaba por qué aún estás aquí sentado. — Omití a propósito el detalle de hallarlo sin camisa a pesar del frío. — Ya pasó un tiempo, mira que hasta alcancé a bañarme completo.
— Supongo que sólo quería pensar. — Respondió sin más, al mismo tiempo que se levantaba. Casi en automático, se desabrochó el jean y lo dejó caer a lo largo de sus piernas. Yo estaba mudo. Bajando mis ojos a lo largo de su cuerpo, sólo me quedé ahí, contemplándolo. — Detente, no sigas mirándome así.
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Cuando El Sol No Brilla (Gay 🏳️🌈)
Teen FictionCarter escapó una tarde de diciembre, cuando el sol se ocultaba por el horizonte y su mente se perdía entre la niebla. No tenía planes, ni un rumbo fijo. Se marchó cargando consigo un corazón herido y no más de trescientos mil pesos en efectivo. Las...