Volví de entre las entrañas de mi miseria y estrés. Aviso de una vez: el capítulo está algo largo.
Also, lean las notas finales porfa <3
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Meses después de conocernos, Emma tuvo el descaro de llamarme un domingo a mitad de la madrugada en lo que más tarde interpreté como uno de sus arranques de cólera. Yo aún no había superado la fase REM, por lo que no podía seguirla del todo en la maratón que parecía correr con sus palabras aceleradas. Sin embargo, cuando me preguntó si podía ir a encontrarme con ella justo ahora, no dude en ponerme mis converse gastadas y coger las llaves de la puerta.
Salí de la casa faltando quince minutos para las cinco. Hice el menor ruido posible, cuidando que las bisagras sin aceitar y las vecinas entrometidas no me delataran de nuevo. A causa de los somníferos que le robé a Madeline dos días antes, mis neuronas se demoraron en conectar unas con otras. No estaba seguro hacia donde iba, así que tardé el doble de lo esperado, y como el efecto del medicamento era potente, traté de espabilarme sorteando las heces de perro que nadie se dignaba a recoger.
Para cuando di con Emma en la esquina de la farmacia de veinticuatro horas, el sol estaba empezando a salir. Me acerqué a ella a paso lento, pensando que la chica sentada en la banqueta de madera no parecía mucho más lúcida que la que me llamó minutos antes. No con ese aspecto. Traía el cabello revuelto, un vestido holgado negro y unas botas de acampar manchadas de barro
Bajo la escandalosa luz de la lampara de aluminio, su rímel corrido resaltaba todavía más. Fue la primera vez que la vi con maquillaje.
— Una señora sintió pena de mí, decidió hacer su buen acto del año y me compró buñuelos calientes en la panadería de aquí al lado, ¿Quieres? Calientitos son más ricos — Me ofreció. Negué, frotándome la nariz con el dorso de la mano. Estaba congelada. — Oye ¿Sí pudiste traer los veinte?
— Traje treinta por si las moscas. — Dije, sacando los billetes arrugados del bolsillo trasero de la sudadera que usaba para dormir.
— Ah, pues si es así mejor ¿Pero cómo conseguiste dinero tan rápido? Hasta donde supe, aún ni trabajas.
Miré hacía la acera de enfrente, donde un niño regañaba a su mascota por haber orinado la reja de una de las casas del sector.
— Tengo mis medios. — Mascullé. — ¿Pero qué es lo que vas a hacer?
— ¿Seguiste con eso de acostarte con los manes que te presenta Alonso? Un día de estos vas a terminar encontrándote un psicópata.
— No me quieras cambiar el tema — Repliqué, frunciendo el ceño. — ¿Qué vas a hacer con la plata?
— ¿Yo? Nada. Tú lo harás.
— ¿Qué?
Abrí la boca, dispuesto a decir cualquier cosa. No obstante, lo que salió fue un insulto visceral, pues un Renault blanco pasó como alma que lleva el diablo y me salpicó los zapatos de agua estancada. Cuando miré a Emma de nuevo, la encontré burlándose con la mitad de un buñuelo englobándole los cachetes.
— Entras, pides tres pruebas de embarazo diferentes y sales. — Dijo, sacando otro buñuelo de la bolsa. — ¿Sencillo, verdad?
Nada más escuchar la palabra "embarazo" me espanté. De repente me imaginé a Emma con una barriga prominente, con el ombligo brotado y dolores de espalda que no la dejaban ni pararse bien. Quería hacerle muchas preguntas, pero supuse que eso era lo que menos necesitaba en esos momentos, así que sólo cerré la boca y me preparé mentalmente para entrar por las puertas de vidrio. Esperaba no encontrar a nadie conocido.
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Cuando El Sol No Brilla (Gay 🏳️🌈)
Novela JuvenilCarter escapó una tarde de diciembre, cuando el sol se ocultaba por el horizonte y su mente se perdía entre la niebla. No tenía planes, ni un rumbo fijo. Se marchó cargando consigo un corazón herido y no más de trescientos mil pesos en efectivo. Las...