Capítulo 10; Porque así es la estupidez humana (Carter)

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Antes de comenzar: 

1) El capítulo está algo largo (Sólo un poco a comparación de los otros).

2) No encontré una traducción que me gustara de la canción, pero la letra es hermosa <3

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— Sinceramente, Carter; sos un desgraciado. — Iván me cogió por el cuello de la guayabera y me obligó a ponerme de píe. — ¿Qué tan miserable tienes que ser uno como para joder a todo un salón?

Sujeté sus muñecas con mis manos en un afán por librarme. Sin embargo, Iván era más fuerte. Me estampó contra la pared de ladrillo sin darme tiempo a nada. Un poco de aire se escapó de mi boca.

— Mentiroso de mierda. Dijiste que no sabías las respuestas, pero sacaste un puto cuatro ocho en el examen. — La cercanía hizo que su grito colérico me aturdiera los oídos. Mateo García apareció tras de él y lo sujetó del brazo, pero Iván lo apartó de un empujón. El labio superior le temblaba. — ¿Ahora ya sabes por qué nadie te traga en el salón, Estrada? — Sonreí de medio lado. — ¿Y ahora cuál es la puta gracia?

— Nada, es que me da risa que sean tan estúpidos como para no caer en cuenta que todas las respuestas estaban mal.

Quisiera decir que preví el golpe que vino después, pero lo cierto es que me tomó por sorpresa. Fue instantáneo. Los eventos pasaron tan rápido que no supe a ciencia cierta en qué momento pasé de ser acribillado en la pared a sentir cómo mi cuerpo se estrellaba contra el suelo rocoso. Aterricé sobre el costado derecho, por lo que sentí un dolor particularmente agudo apoderándose de mi brazo. Dejé de distinguir las voces de mis compañeros del bullicio de los pasillos, todo se escuchaba amortiguado, como si fuera un ruido de fondo. El golpe me había sacado de foco.

Iván Moreno era la clase de chico que valoraba su posición en la lista del salón. Siempre nos estábamos pasando del uno al otro el primer puesto, un periodo era él y el otro yo. Su madre era una de las profesoras de la institución, por lo que todos prácticamente daban por sentado que su hijo debería perseguir la excelencia. No tuve que indagar mucho más en su trasfondo como para entender que estaba en una posición parecida a la mía. 

Él también estaba atrapado.

— ¿Cómo resolviste la cuarta?

— Es una regla de tres. — Acerqué su cuaderno y señalé levemente las variables con el lápiz. — A mí se me facilita acomodarlos y luego hacer el despeje, es más sencillo. Si escribes la operación sin sacar los datos te puedes confundir.

Iván era una de las excepciones para mi mutismo selectivo en el aula. Lo ayudaba en la medida de lo posible, con pequeñas explicaciones o pasándole los procedimientos que creía eran correctos. Por el contrario de los otros, Iván no se metía conmigo. No me robaba los cuadernos o me hacía zancadilla al regresar al pupitre. Aunque tampoco es como si habláramos más de la cuenta. Era una relación neutral, y eso me facilitaba las cosas. De vez en cuando necesitaba sentirme relajado al lado de alguien.

Me levanté con dificultad del suelo y caminé hacía el baño. Siempre procuré separar mi vida personal del pequeño mundo que significaba el colegio, pero aquel día estaba desbordado. No soporté por mucho tiempo que Marín me pateara el puesto en busca de las respuestas de química, así que arranqué una hoja de cuaderno y derramé allí los procedimientos más incoherentes que se me ocurrieran para cada punto del examen. El furor con el que se movía mi mano no me permitió analizar las consecuencias. Al terminar, esperé a que el profesor estuviera distraído para tirar el papel doblado al piso y pasarlo para atrás con el pie. Fue entonces que me di cuenta del error garrafal.

Cuando El Sol No Brilla (Gay 🏳️‍🌈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora