Capítulo 8; "Boys Don't Cry" (Alex)

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Fue lo peor de la semana. La cumpleañera detestó nuestra presentación, nos lo hizo saber en cada mirada y gesto de mal gusto. Las fiestas de quince años no eran precisamente eventos en los que solíamos tocar, ya que, por lo general, a las chicas homenajeadas no les gustaba el género de música a la que estábamos acostumbrados. No les agradaba de a mucho el rock. No les iban los clásicos y no querían oír ni hablar de otra cosa que no fueran las mismas canciones que la mayoría conocían de Ed Sheeran o Sin Bandera.

Miré hacia el horizonte. El público estaba en frente de nosotros sólo físicamente, pues su atención había volado a otro lugar desde que comenzamos la tercera canción. Veían la pantalla de sus celulares y luego se dedicaban a hablar entre sí, cuchicheando de alguna cosa mucho más interesante que el espectáculo canceroso que representábamos para ellos. En la mesa seis, la que sólo era para adultos mayores, un viejo en silla de ruedas movió la cabeza al son de la penúltima canción de la noche. Su calva se veía tan brillante y lisa que seguro uno podía divisar los secretos del universo ahí, junto a la razón por la cual no podía mover nada más que el cuello.

Señor, por favor, déjeme tocar esa calvicie suya y desear no haber nacido en un mundo donde el arte es tan mal pagado.

— ¿De quién fue la gran idea de venir aquí? — Preguntó Sebastián, notablemente asqueado. Alejandra señaló a Luis con la barbilla y guardó su teclado en la cajuela. — Está decidido, no más fiestas de quince años. Tener que lidiar con padres que no saben ni qué es lo que pidió su hija es lo último que necesito en esta vida.

— No es como si nos pudiéramos dar el lujo de escoger. — Escupió Luis, sobándose el puente de la nariz. — Necesitábamos suplir el hueco que nos dejó la cancelación del evento en la Pasoancho. Era esto o quedarnos de brazos cruzados.

— Pues hubiera preferido lo segundo.

No estaba viendo a Luis, pero pude imaginar su expresión. Con los labios tensos y el ceño gacho. Era de esos tipos que explotaban con nada, así que tampoco fue difícil predecir el resoplido que vendría a continuación.

— Ay, no jodan. No van a comenzar con su alegadera otra vez.

— Nadie está alegando, Aleja. Es sólo que el señorito aquí presente no entiende que las oportunidades no caen del cielo.

Mi cabeza flotó fuera de la discusión, tan sólo encendí el motor y arranqué. Nadie se puso el cinturón de seguridad.

Había una leve neblina cubriendo la carretera. Activando las plumillas del parabrisas, estuve seguro que de sacar la cabeza por la ventana podría ver mi aliento. Eran las tres y algo de la madrugada. A nuestro alrededor, las calles parecían estar habitadas únicamente por los fantasmas de lo que horas antes estuvo allí. Pensé, mientras trataba de sintonizar cualquier cosa en la radio, que mañanas como esa eran perfectas para la introducción de una película apocalíptica.

En cualquier momento, un zombie saldría y obligaría a que todo el mundo en el auto se callara, porque estarían demasiado ocupados tratando de convivir con el miedo como para seguir con su intercambio pasivo-agresivo de palabras. Yo, por otra parte, simplemente estaba tan cansado que no me importaría ser uno de los primeros en morir. Es más, se lo agradecería a ningún Dios en particular y me abstendría a decir palabras finales. No serían necesarias. Hasta allí llegaba la historia de mi vida. Alexander Ocampo sólo sería otra victima del desastre, otra entre las miles de millones que nadie se tomaría la molestia de contar. 

Si lo pensaba bien, no estaba tan mal. Al menos así no tendría que preocuparme por los acordes, por acoplarme al ritmo cambiante que dictaba la batería de Sebastián o de tratar de memorizar a última hora los cambios que hizo Aleja a la letra de la canción. Porque antes no la convencía, pero ahora sí. Ahora se escucha mejor que antes ¿Verdad, Alex? Tú sólo sígueme. Canta esta y esta estrofa. Ah, también me acompañas en el coro. Y no te dejes llevar tanto, que la otra vez casi no me escuché.

Cuando El Sol No Brilla (Gay 🏳️‍🌈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora