CAPÍTULO 3

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La última vez que Levi vio a su hermana, fue cuando tenía seis años y los dos vivían en la triste y deprimente casa con su padre borracho, que todas las noches solía llegar a golpear a alguien.

Normalmente, Levi se ponía a defender a Mikasa, de entonces quince años, y se llevaba gran parte de los golpes.

Pero al pequeño omega no le importaba para nada, Mikasa era su hermana nadie debía tocarla. La única en ese mundo que lo protegía y le sonreía todavía con cariño. Ese fue el único cariño que Levi conocía, así que lo debía cuidar totalmente, a pesar de que muchas veces Mikasa le gritara que por su culpa se quedaron sin mamá, que por él estaban en esa situación.

Levi siempre la perdonaba, porque creía que Mikasa no lo decía en serio. Le perdonaba todo, pues Mikasa a veces le llevaba comida, le daba una caricia en el cabello, y se sentía querido con esos simples gestos.

Sin embargo, Mikasa un día llegó saltando, diciendo que le ofrecieron un puesto de trabajo en una fábrica, y que debía irse de ese lugar. Levi lloró, gritó e hizo un berrinche diciendo que no quería que se fuera, pero no sirvió de nada.

Mikasa hizo sus maletas cuando su padre no estaba, y Levi la dejó ir bajo la promesa de que ella volvería por él y tendrían la vida que siempre quisieron.

Por supuesto, Mikasa nunca volvió. Pero Levi lo entendió siete años después, cuando su padre lo hecho de la casa, y no tuvo a nadie más en el mundo.

Mikasa se marchó para siempre y nunca volvería por él.

Porque, ¿quién querría hacerse cargo de un patético omega hombre?

Ethan gimoteaba en sus brazos, sin comprender un poco el estado de shock en el que estaba el omega luego de volver a casa y echarse sobre el sillón. Sin embargo, Levi se limitó a apretarlo más, buscando aferrarse a algo desesperadamente.

Ver a Mikasa hizo que algo dentro de él se removiera. Ese pasado que creía enterrado estaba saliendo a flote otra vez, y no quería eso. Cualquier cosa menos eso.

Y haber escuchado a Mikasa decir que era prometida de Eren hizo que un dolor sordo se instalara en su pecho, como si algo lo hubiera atravesado, lo hubiera roto por completo.

No sabía por qué se sentía así, considerando que no quería casarse con Eren, considerando que ellos no eran nada. Considerando que apenas lo conocía.

Pero Eren lo trató tan bien, lo miraba con tanto cariño, que Levi no podía evitar querer ansiar un poco más de eso. Buscar un poco más de ternura.

—¿Papi? —miró a Ethan, que hacía un puchero—. No tiste. Favo.

—No estoy triste —mintió, comenzando a darle besos en sus regordetas mejillas—. Es sólo que me entró algo en el ojo.

El pequeño lo miró con expresión de no creerle nada, sin embargo, no dijo algo tampoco, sólo ocultó su rostro en el cuello del omega.

Levi sabía que su bebé iba a ser un omega, como él. No era necesario hacerle exámenes para que se le dijeran, se notaba en su forma de comportarse, en la manera en que todo el mundo alrededor de él actuaba. El sólo hecho de que Erik y Falco le prestaran más atención de la debida decía mucho.

Unos minutos después, tocaron a la puerta trasera, en la cocina.

Levi se hizo bolita, tratando de ignorar los ruidos que volvieron a resonar. Ver a Eren en ese momento no era lo mejor, porque se sentía triste, asustado, y cuando se sentía así, solía buscar cariño en todas partes.

Pero la puerta no dejaba de ser tocada.

E incluso podía oír a Eren hablando, pidiéndole que abriera la puerta y haciéndolo sentir peor.

Kilig - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora