CAPÍTULO 11

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Eren despertó con su estómago revuelto y su cabeza palpitando.

Parpadeando, dejó que sus ojos se acostumbraran a la luz, y los recuerdos del día anterior parecieron llegar a su cabeza de golpe. Gimiendo en voz baja por el dolor, se giró sobre la cama, su nariz percibiendo entonces un olor dulce que conocía bien.

Mikasa.

Gruñó en voz baja, recordando a la chica sobre él, sus labios besando su cuello, su pecho, mientras mecía sus caderas encima de él, jadeando y gimiendo sin control alguno.

Eren lo podía recordar muy bien, así como podía recordar bien las crueles palabras que le dijo a Levi producto de la rabia, junto con sus ojos asustados y llorosos.

Mierda. Mierda.

Se enderezó, sentándose sobre la cama, y empezó a buscar su camisa por entre las ropas en el suelo. Al mirarse al espejo, notó su piel con marcas, y sintió a su alfa interno gruñendo en señal de rechazo y asco, sin querer aceptar que se hubiera acostado con un omega que no fuera el suyo.

Eren desvió la vista, caminando al baño, y se dio una ducha rápida, sacándose el olor y restos que pudieran delatarlo. Sentía su estómago contraído por el asco hacia sí mismo.

Hacia lo que le hizo a Levi.

Una vez vestido, salió del cuarto, olisqueando el aroma a tocino y café. Al entrar al comedor, se encontró a Mikasa sentada en la mesa, con su cabello tomado y vistiendo ropa interior junto con una camisa. La chica le sonrió, aunque no había diversión en sus ojos.

—No le diré nada a mi hermanito —le dijo con burla, ladeando la cabeza y mostrando su cuello—, después de todo, ni siquiera fuiste capaz de marcarme.

Sintió el alivio recorriéndolo al ver que no fue tan insensato como para romper su enlace con Levi.

—Pero no creas que esto te saldrá barato, Eren Jaeger —Mikasa se recostó en la silla, pensativa—, bien puedo acusarte cuando se me plazca.

Eren soltó un gruñido de advertencia.

—Fue un jodido polvo de borrachos, nada importante. No te quiero ni me importas —contestó con desdén.

Mikasa dejó salir una risa baja.

—Dile eso a Levi, entonces —la chica hizo un gesto con la mano—. Ahora vete, no quiero verte más.

Eren no tuvo que hacerle caso dos veces, saliendo del departamento a paso apresurado.

Fuera del edificio estaba su auto estacionado, así que entró, viendo su celular y notando que había sólo dos llamadas perdidas de Levi, una a las ocho de la noche y otra dos horas más tarde. Por un breve momento, se sintió un tanto ofendido por no ver la bandeja de entrada llena de llamadas, sin embargo, luego pensó que Levi no quería irritarlo con su desesperación, porque un omega no podía comportarse con su alfa de una forma tan controladora.

Tragó saliva, comenzando a conducir.

Media hora después, estacionó fuera de su casa, viendo la fachada del hogar tranquilo, aunque con cierto aire deprimente.

Silenciosamente, caminó hacia la casa, entrando apenas metiendo ruido alguno.

Tomó aire al escuchar el sonido de la televisión encendida en el comedor, sin embargo, al entrar, se llevó una decepción al ver a Ethan sentado en su sillita móvil, viendo caricaturas con el ceño levemente fruncido, chupando un peluche entre sus manos.

El bebé lo miró, sin dejar de arrugar el ceño.

—Hola, pequeño —saludó acercándose, inclinándose para revolverle el cabello.

Kilig - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora