CAPÍTULO 7

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Eren frunció el ceño mientras miraba la carta del restaurante, sin decidir todavía lo que quería comer. Suspiró, exasperado, levantando la vista y encontrándose con la divertida mirada de Dai, que le observaba con cierta fascinación.

—¿Y tu esposo? —preguntó de forma burlona Eren.

—¿Ese bobo? —Dai rodó los ojos—. Mike está estacionando el auto, ya sabes lo lento que es para algunas cosas —el omega lo miró, guiñándole un ojo—. ¡Te ves fantástico, Eren!

—Si Mike se entera de que me estás coqueteando... —dijo con advertencia Eren, aunque sonreía con leve diversión.

—Bah, no me haría jamás nada —Dai observó la carta—. Ugh, todo suena mal y horrible.

—Bebé, no digas eso —Mike apareció de pronto, sonriéndole a Eren—. ¿Cómo estás, Jaeger? —saludó, tendiéndole la mano.

—Pero quiero una sandía, amor, y acá no tienen sandía —los ojos de Dai se pusieron llorosos, y Eren dio vuelta los ojos, sabiendo que estaba actuando sólo para que cumplieran sus caprichos—. Estoy esperando a tu hijo, y el pequeño tiene hambre.

—Oh, ¿así que decidieron agrandar a la familia? —se burló Eren, llamando su atención—. Espero ser el padrino.

—¡Jamás! —Dai se cruzó de brazos—. No queremos que nuestro bebé sea amargado y aburrido como tú.

Eren lo miró ofendido, mientras Mike tapaba su boca para ocultar la risa que quería salir.

A eso se refería Eren cuando pensaba en lo extraña que era la pareja para esos tiempos. Normalmente, el omega solía ser más callado, sumiso y complaciente con su pareja alfa, sin querer interponerse, hablando sólo cuando era conveniente. Dai era todo lo contrario: grosero, fastidioso y bromista, y a Mike realmente no le importaba su actitud, siempre asintiendo en todo lo que dijera o pidiera.

Pero Eren los envidiaba, en especial cuando Dai se recostaba contra Mike con total confianza, no por obligación, y el alfa lo rodeaba con un brazo, sonriendo automáticamente, como si fuera feliz con ese simple gesto.

Ordenaron algo para comer, y mientras esperaban, Eren decidió sacar el tema que tanto lo estuvo estresando los últimos días.

—Encontré a mi omega —comentó, casualmente.

Dai escupió el agua que estaba bebiendo y Mile parpadeó.

—¿Cómo? —el omega lo observó de forma incrédula—. ¿Tú, Eren? ¿El mismo Eren que decía que no quería un omega porque quitaban mucho tiempo? ¿El mismo Eren que rechazaba a las más lindas omegas de la universidad?

—Me haces ver como un desgraciado —se quejó Eren.

—Porque lo eres —secundó Mike, limpiando la comisura de la boca de Dai—. Bueno, no tan así, pero de todas formas... No estabas demasiado interesado en omegas, Eren.

El alfa soltó un bufido, aunque no pudo evitar darles la razón porque, efectivamente, en la universidad lo que menos quería era relacionarse con omegas o crear un lazo con ellos.

—Bueno, cambié de opinión —rezongó, mientras servían los platos de comida—. Levi es un omega demasiado irresistible, si tan sólo lo vieran... —sonrió de forma inconsciente—. Algún día lo conocerán y verán de qué les hablo.

Mike y Dai se miraron, ambos enarcando una ceja al ver la expresión soñadora de Eren, pero prefirieron no burlarse o con toda probabilidad recibirían algún golpe. En cambio, sólo miraron con curiosidad a Eren.

—Supongo que nos invitarás a la boda —dijo Dai de forma desinteresada.

—Me van a joder toda la vida si no es así —murmuró Eren, frotando su frente—. Será el trece de junio en el estanque de Monet.

Kilig - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora