Capítulo 11

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María había preparado la cena con sus propias manos: filete de pollo en salsa de champiñón, papas gratinadas y una ensalada fresca tan colorida que bien pudo haber servido como centro de mesa; ella no se consideraba una gran cocinera, pero estaba orgullosa de cómo quedó todo, realmente le puso mucho cariño y esfuerzo a lo que sería una cena para dos esa noche, si bien es cierto que Steve había pospuesto dos semanas más a la fecha acordada, ella entendía que se debía a que la agenda del rubio siempre estaba llena y casi no tenía tiempo libre para él. Después de tomar una ducha observó largamente el vestido negro que compró esa tarde: falda entubada hasta las rodillas, mangas ¾ y un escote V en el cuello, muy parecido a los otros tantos que tenía y que usaba para el trabajo, se preguntó en silencio si es que fue una mala elección, no quería que el Capitán Rogers la siga viendo como una simple colega de trabajo, pero tampoco quería dar la impresión de querer llamar su atención —aunque ese fuese su objetivo—. Faltando media hora para la tan esperada llegada de Steve, se detuvo a observar la disposición de su mesa; el par de platos, cubiertos y copas bien colocados a ambos extremos, la fuente de ensalada, la botella de vino tinto, y un pequeño candelabro con dos velas en medio de la larga mesa, todo pintaba de maravilla para ser una espléndida velada, volvió a ver la hora en su pequeño reloj de muñeca, sintiéndose ansiosa por los minutos que transcurrían y volviéndose a mirar en el espejo de su sala, alisando con una mano la falda de su elegante y discreto vestido; suspiró satisfecha y se sentó en el sofá a esperar, conociendo la puntualidad y compromiso de Steve, estaba segura de que no tardaría mucho en llegar.

Pero las horas transcurrieron vacías y solitarias, y el pollo en salsa de champiñón se enfrió en el horno; siendo más de media noche y habiéndose acabado la botella de vino ella sola, se armó de valor y cogió su celular, en el que buscó el número de Steve y tecleó con convicción el mensaje que le quería enviar, luego, apagó el equipo y se fue a dormir.

ººº

—Que buen recibimiento. —Dice Natasha, con una sonrisa de lado y los brazos cruzados sobre su pecho.

— ¿¡Steve!? —Repite Tony, no creyendo lo que sus ojos veían y acercándose a donde se encontraba la pareja con pasos apresurados — ¡Loki! —lo señaló, como quien acusa a alguien de haber cometido el peor de los crímenes.

El súper soldado se había levantado cuando escucho la voz de Tony pronunciando su nombre, sin saber muy bien cómo debería reaccionar, se sintió descubierto, como si lo hubiesen pillado "con las manos en la masa" o cometiendo algún acto indebido —lo cual no era cierto—, y por esta razón sintió la necesidad de tener que dar explicaciones al ofuscado genio que en ese momento se acercaba a ambos. Otro era el caso de Loki, quien aún medio adormilado se desperezaba cual gato recostado en el sofá.

—Qué escándalo. —musito el de ojos verdes, sin disimular su expresión de aburrimiento.

—T-Tony... no avisaste que llegarían hoy... —La voz de Steve pareció temblar, nervioso como estaba.

— ¿Debí hacerlo?

—No, pero...

Tony mira largamente a Steve con reproche, luego a Loki, y de nuevo a Steve.

—Hablemos. En privado. —Ordena Tony, sin dar cabida a ninguna réplica por parte del rubio, quien solo lo sigue en silencio.

Nat ríe mientras los ve yendo hacia el complejo de habitaciones —Esto se pondrá interesante. —Murmura para sí misma, notando por fin la presencia de Loki, quien también los seguía con la mirada pero con una expresión de pocos amigos en el rostro. -— ¿Y tú? ¿No saludas? —preguntó, con la clara intención de fastidiarlo, pero este fingió no haberla escuchado —. Te sugiero que no los esperes, sus "charlas" siempre se extienden toda la noche.

¿Destino o Amor? | StokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora