5 | «Ambos ganamos»

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Anoche al regresar a casa de Giulia su madre ya estaba ahí y se unió a nuestro plan de películas. No voy a negar que la forma en la que me miraba me puso un tanto nerviosa más de una vez, que sonriera cuando notaba que la descubrí viéndome no hace que el sentimiento mejore, al contario, siento que ella de alguna forma puede ver debajo de Dakota y eso me aterroriza.

Cuando el sueño me atacó le dije a Giulia que me iría a dormir  y ella no dudó ni medio segundo en seguirme el paso. Me acompañó hasta la puerta de la habitación y se despidió con un abrazo para después marchar a la suya. Di vueltas y vueltas en la cama abrazada a Boboo, pero no conseguí dormirme porque mi mente decidió atacarme diciendo que lo que hice fue un error, que soy una estúpida y que esto es una locura y sé que lo es, pero la gente debe hacer conciencia de las cosas que dice; quizá morir luego de que ellos me desearan la muerte los haga recapacitar y entender que detrás de una pantalla hay una persona que siente y a quien le afectan los comentarios que ellos sin cuidado dejan. Es una locura, una enorme, pero las buenas historias comienzan así, ¿no? Con alguien estúpido haciendo algo aún más estúpido.

Quizá ese ataque impulsivo que me llevó a abandonar mi vida era lo que necesitaba para probar por primera vez la libertad completa y sin las restricciones que la fama siempre me ha puesto por delante. 

—¿Qué piensas? —Giulia me mira sonriendo mientras lava los platos que usamos en el almuerzo.

—Tenía la mente en otro lado, perdón —digo sacudiendo la cabeza en busca de apartar la molesta vocecita de mi conciencia. 

—Harry va a pasar a buscarme en unos minutos para ir a comprar unas cosas al centro comercial, te pregunté si quieres venir con nosotros.

—Sí, claro —digo mientras asiento con la cabeza—. ¿Quiénes irán?

—Los chicos de la banda y yo —ladea la cabeza y sonríe—. Sabes, estaba pensando en que tú y Moor estaban destinados, o sea, que tu camioneta se parara cerca de la ciudad, que nos encontráramos mientras yo iba al bar, que supieras tocar el piano. El destino es poderoso.

—Supongo que solo son muchas coincidencias, no hay tal cosa como el destino —me encojo de hombros.

—Acepta que hay cosas que simplemente están destinadas a pasar, Dakota, a veces las ves venir y otras te toman por sorpresa, pero lo que es para ti tarde o temprano te llega —deja los platos en el escurridor y hace una seña con la cabeza hacia la sala—. Tú llámalo coincidencia si eso quieres, pero yo sé que es obra del destino.

En mi cabeza no cabe la posibilidad de que todos tengamos una historia escrita y que no podamos cambiar su narración, es absurdo y me niego a la idea. Soy dueña de lo que hago así como también de las consecuencias que obtengo y el destino no tiene nada que ver en eso.

—Ah, me había olvidado de contarte; Harry trajo tu camioneta esta mañana y me dijo que Garret le pidió tu número de celular y como él no lo tiene me encargó que yo se lo pasara, pero yo tampoco lo tengo...

—Es que ni siquiera tengo celular —Debería comprarme uno, ya han pasado varios días y supongo que las redes sociales deben de haberse calmado—. Jamás tuve uno en realidad.

—¿Nunca has tenido uno? —En su cara veo como está evaluando el nivel de veracidad que pueden tener mis palabras—. Todo el mundo tiene un celular, incluso los niños, ya deja de mentir —niega con la cabeza riendo.

—En Dakota la cobertura es un asco desde toda la vida, simplemente no quería agarrarme dolores de cabeza ni gastar dinero en un aparato que iba a ser inútil en mi pueblo.

Eso es algo que Robin siempre ha destacado de la casa de sus padres en Dakota; rara vez hay cobertura y, a pesar de los avances tecnológicos, la señal de wi-fi va a paso de tortuga.

La melodía que nos une [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora