11 | «¿Quiénes son tus personas especiales?»

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El lunes estaba en el bar cuando recibí el mensaje de Harry diciendo que a la salida de mi turno matutino me esperaba para ir a firmar el contrato. No nos atendió Steffany, sino un hombre bastante mayor con cara de pocos amigos y pintas de preferir estar en cualquier otro lugar antes que haciendo su trabajo. Firmamos, nos entregó un juego de llaves a cada uno y nos dedicó una sonrisa extremadamente falsa antes de pedirnos que nos marcháramos de su oficina.

No fuimos ese mismo día a la casa, pues, yo tenía que volver a trabajar y Harry a ensayar con la banda. Tampoco tuve tiempo el martes, pero él sí, así que con ayuda de Abraham llevaron los primeros muebles; una heladera, una cocina y un sofá.

Por mi parte, he comprado algunas cosas por internet. Acordamos que cada uno se encargará de amueblar su propia habitación, pero los espacios comunes es trabajo de ambos, así que además de una cama, una mesa de noche y un closet también compré una mesa con sillas, un juego de ollas y algunos otros utensilios de insignificante precio. Por suerte antes de abandonar mi casa en New York se me ocurrió recolectar cada dólar que guardaba dentro, porque si no fuera por esa brillante idea, ahora mismo no tendría fondos siquiera para comprar pasta de dientes.

—Te veo a las ocho —digo despidiéndome de Nick que alza la mano en el aire.

Salgo del bar y me apresuro a llegar a mi camioneta. Una chispa de emoción recorre todo mi cuerpo y no se debe a cualquier cosa; hoy nos mudaremos definitivamente. Harry ha pasado la mañana entera acomodando los muebles que llegaron para su cuarto y otras cosas que su familia le regaló, y aunque yo no tenga muchas cosas por arreglar porque mis pedidos aún no han llegado, me hace ilusión ver como va quedando todo.

Ni bien detengo mi camioneta frente a la casa veo a Harry salir por la puerta con una sonrisa ancha cruzando su rostro de lado a lado.

—Tengo buenas noticias —dice acercándose a mí—. El olor a humedad desapareció por completo.

—Gracias al cielo —Cierro los ojos soltando un suspiro.

—En realidad, es gracias a Lena que lo reemplazó con varios inciensos de lavanda —No suena muy convencido del aroma y sus ojos entornados me indican que no lo está.

—¿Ya llegaron mis cosas? —pregunto bajando de la camioneta y él niega con la cabeza—. ¿Cuánto crees que tardarán?

—No sé —se encoge de hombros—, pero si no vienen hoy podemos pedirle un colchón a Em, no te preocupes.

—¿Lena sigue dentro? —Caminamos uno al lado del otro hacia la puerta.

—No, Abraham le dijo que estaba escribiendo y ella fue a ayudarlo —Nos metemos dentro de la casa—. Ya casi pasaron dos meses desde que sacamos nuestra última canción, así que cualquier cosa que tenga que ver con eso es prioridad.

—Deberías ir entonces —digo dejando mi bolso en el suelo contra la pared.

—Pensaba hacerlo, pero quería estar aquí cuando llegaras —Lanza las llaves de su auto al aire y vuelve a agarrarlas—. Dejé el almuerzo en la heladera y ya instalé el calefón, así que si quieres ducharte hay agua caliente. Nos vemos más tarde, Dak.

Sonríe antes de desandar el camino y abandonar la casa cerrando la puerta a sus espaldas. Una vez a solas, suelto un suspiro largo y camino a paso lento hasta el sofá para dejarme caer de espaldas en él. Saco mi celular del bolsillo de mi chaqueta y me dispongo a leer los mensajes de Giulia y algunos otros que me dejó una de mis compañeras de trabajo sobre el rumor de que Louis se folla a una de las clientas en los baños de hombres cada vez que la mujer visita el bar, mismos mensajes que ignoro porque ya le dejé claro que no quería saber nada del tema; sea cierto o no, no tengo por qué meterme.

La melodía que nos une [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora