—¡Ya casi las tenéis Oli, ni se te ocurra rendirte ahora! ¡Tú puedes! ¡Has trabajado demasiado duro para este momento, lucha hasta que el partido termine!— gritó él desde las gradas rompiendo el silencio. Lucas tenía un don. No, tenía el don, el más bonito que una persona puede tener: el don de aparecer en el momento oportuno, cuando más lo necesitas.
Mi cuerpo se detuvo durante un segundo: la respiración se me cortó, mi cerebro se quedó en blanco y mi corazón dió un vuelco.
Lucas tenía razón, ¿que sentido tenía rendirse ahora? Todo por lo que había luchado tan duro se perdería. Pero no sólo yo, mis compañeras también se enfrentaban a dificultades y entrenaban duro a diario para lograr llegar a la cima y cumplir sus metas.
—Estoy con Lucas, debemos luchar hasta el último punto— dijo Alexandra mientras se agachaba y se ponía a mi altura para darme un abrazo.
—Si Livy, todos estamos contigo. ¿Verdad chicas?— Preguntó Marcus buscando la aprobación de las demás. Todas asintieron —. Ahora te vas a limpiar esas lágrimas, vas a salir al campo y vas a dar hasta la última gota de sudor.
Levanté la cabeza para mirarlo y asentí. Maddie me tendió la mano y me ayudó a levantar del suelo. Acercó su dedo pulgar a mi cara y me limpió cuidadosamente el rastro de lágrimas que había quedado en mis mejillas.
—Si tienes problemas con la colocación, ponme la a mí. Prometo que voy a rematar todas y cada una de tus colocaciones, voy a rematar hasta lo imposible. Cuenta conmigo— me dijo Maddie mostrándome la sonrisa más sincera que yo había visto nunca. Su hoyuelo izquierdo se marcó en su cara mientras sonreía.
Le devolví la sonrisa y le agradecí en voz baja. Volví al campo y me preparé junto a mis compañeras para continuar el partido.
—¡Destrozalas Oli! ¡Vamos chicas!— Oí gritar a Lucas desde las gradas. Me giré para verlo, todo el equipo de los chicos estaba de pie y dando palmas animándonos. Ellos ya habían ganado su final, ahora era nuestro turno de triunfar.
El árbitro pitó, y el partido se reanudó.
Alejé todos los pensamientos de mi cabeza: tanto los malos como los buenos. Mi cerebro estaba en blanco. Estaba jugando sin emoción ni sentimiento, pero era la única manera de no dejarme llevar por los malos sentimientos. Parecía un robot, no disfrutaba de jugar pero tampoco lo odiaba, simplemente no lo sentía. Sentía que estaba en un sueño, que todo era irreal y me quería despertar para dejar de soñar, pero no podía, había algo que me lo impedía: el deseo de no decepcionar a nadie.
Seguimos jugando, ninguna de mis compañeras estaban muy motivadas pero tuvimos suerte y conseguimos remontar un poco el resultado.
Maddie acababa de hacer un punto de remate con mi colocación que había sido bastante mala. Maddie estaba cumpliendo su palabra, había rematado todas y cada una de mis colocaciones aunque fueran muy malas.
Era mi turno de sacar, cogí la bola y me dirigí al fondo del campo para sacar. Mientras esperaba a que pitara el árbitro, me giré para ver el marcador: 14-13 a favor del rival. Si hacían un punto más ganaban.
—¡Oli no te pongas nerviosa que lo vas a meter!— me gritó Lucas desde la grada. Pero yo no estaba nerviosa, ni siquiera un poco. No estaba feliz, tampoco estaba triste. Lo único que notaba era cansancio, tanto físico como mental.
El árbitro pitó. Inconscientemente me salté mi ritual de saque y simplemente lancé la pelota al aire y la golpeé con toda la fuerza que me quedaba. El saque era bueno, iba con fuerza y raso pero no tanto como para quedarse en la red.
Va con demasiada fuerza.
Se me iba a ir fuera, había golpeado el balón demasiado fuerte. Recé por qué las del otro equipo decidieran recibirla y no dejarla pasar.
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Romance de Voleibol
RomanceOlivia, más conocida como Livy es una adolescente que se enamoró del voleibol de pequeña. Lucas es la persona que hizo que Livy se enamorara del voleibol cuando lo vió jugar un día en el gimnasio de su colegio. También es el hermano pequeño de el m...