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Un silencio absoluto, es lo que había. Pero no demasiado.

La brisa del viento a una velocidad máxima al otro lado del vidrio de doble protección, el sonido de ruedas trabajando para mover varios vagones a la vez, y un señor algo inquieto tocando con un dedo en el soporte de un asiento en que estaba acomodado, mientras miraba por su lado derecho un paisaje de bajas temperaturas.

Parecía pensativo y calmado, pero con cierta impaciencia por saber algo curioso. Analizaba la velocidad y el tiempo que faltaba por llegar a la próxima estación, revisando su reloj de mano para estar al tanto de los minutos, pudiendo llegar sin tardar, pero se aclaró a sí mismo que no había apuro.

Volvió a mirar el paisaje y observar detenidamente, notando como caían hojas desde lejos y dejando árboles desnudos por el viento no tan brusco, significando la época del año en el que estaba. Aunque eso no le importaba mucho, pero si el de admirar diferentes climas mientras viajaba a diferentes misiones o de regreso a descansar.

Al ver el clima, con viento medio helado, sintiendo el frío del otro lado del vidrio, le producía cierto cansancio y de querer darse una siesta por los duros días que mayormente tiene, pero no podía hacerlo por ahora, frotándose los ojos y dando un pequeño bostezo.

Media hora después, se había servido y tomado una copa de vino para refrescarse y alimentarse, ya que el aburrimiento lo estaba consumiendo, sin una charla o algo con qué distraerse, pues no había nada que revisar y acomodar por los vagones. Luego de la bebida, un tono relajante se hizo presente por el comunicador del vagón, oyendose después una voz masculino:

     —Próxima parada: Dover —anunció normalmente el conductor—. ¿Estás despierto, agente?

     —Sí, lo estoy —respondió con un tono un poco cansado—. Gracias por el aviso, Stephenson.

     —No hay de qué —dijo el muchacho de buen humor, cortando comunicación.

El agente dejó su copa sobre un soporte a lado de él para que sea absorbido por la tecnología y que el objeto lo dejara en otra parte de los vagones, mientras se acomodaba su traje y un poco el flequillo, levantándose del asiento y yendo hacía la salida del tren, donde saldría y le esperaría la brisa del otoño.

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No creía que el otoño hiciera igual de frío que el invierno —o incluso peor—, pero debía aguantar al caminar por la ciudad lleno de habitantes, como personas ocupadas en el trabajo, niños yendo a estudiar y otros dando un paseo solo o con alguien, vistiendo en las mayorías formalmente.

El agente de vez en cuando miraba a los humanos, sonriendo al ver la paz y sin ningún problema, como el crimen, robos, contrabandistas y mafiosos. Estaba agradecido de tener un trabajo donde podía encargarse de los tipos malos, al igual que sus compañeros.

Pero la sonrisa se le ha ido, pues había llegado a una parte de la ciudad medio abandonada, dónde habría seres pobres, tratando de sobrevivir con lo que podía, aunque algunos de ellos se le veían feliz con o sin familia.

A pesar que ciertas cosas tienen el cómo vivir y ser feliz, le daba mucha pena, queriendo ayudar a todos, pero eso no es asunto suyo, lamentablemente; debía encargarse el gobierno y sus políticas. Él es un agente, y está ocupado haciendo misiones, no podía solucionar demasiados problemas a la vez.

De todas formas, se cruzaba con algunos ciudadanos quien le daba un saludo y dando una breve charla, pues al parecer los conocía a la mayoría, mientras se dirigía a una iglesia algo reformada, ya que antes estaba por desmoronarse y lograron mantenerlo de pie.

Al llegar y entrar, podía oírse algunas palomas desde el techo al suelo, quienes salieron volando al oír la puerta abrirse. A él no le importaba mucho, y se acercó a una cruz enorme contra una pared en medio de toda la sala.

Romance Encubierto {Finn McMissile X Leland Turbo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora