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El agente Finn le iba explicando brevemente con cierta delicadeza —Debido a los dolores de garganta— a su compañero Leland, quien se veía molesto y preocupado por el espía mientras esperaba unos pedidos para el desayuno.

     —Y… ¿Lograste ver a dónde huía?

     —No, no pude. Solo lo ví correr hacía un callejón, saltando sobre una pared.

     —Maldición, no creí que te estarían vigilando.

     —Fue mi culpa, me dejé confiar en quedarme la noche en un hotel. La próxima lo pensaré bien. —Miraba un poco abajo al frotar su muñeca lastimada.

     —Por suerte, lograste defenderte, aunque… —Se le quedó observando su garganta y mano—, ¿crees que vas a mejorar?

     —No seas tonto, claro que me voy a recuperar, solo el tiempo lo hará.  —Sonrió un poco al verle para no seguir preocupando—. Sin embargo… —Se tocó suavemente su cuello, sin evitar estar algo nervioso—, sus habilidades… no eran nada…

Antes de poder seguir hablando y explicar todo lo que había visto y encontrado, había tosido un poco de sangre, cubriéndose la boca para no salpicar. Tenía la mirada algo perpleja, pero no quería llamar la atención de nadie en el lugar —A pesar de no estar repleto de gente, aunque sí alguna que otra persona desayunando—.

     —¡Finn! —dijo asustado, levantándose un poco de su asiento—. ¿Estás…? —Acercó su mano algo nervioso, pero luego cerró su puño y se le alejó de él, teniendo la mirada con cierta seriedad y volviendo a sentarse—. No, esto no puede seguir así, debes tener asistencia médica. ¿O ya te lo has hecho? —Quería esperar una respuesta, pero se negó a dejarlo hablar, juntando ambas manos—. ¿Sabes qué? No hables. Vayamos a la enfermería. Solo aguanta —comentaba seriamente.

Se levantó del asiento y sacó un poco de dinero para pagar la cuenta, a pesar de no haber llegado a desayunar, pero igual de todas formas lo dejó encima de la mesa por las molestias. Tomó a su compañero del brazo y salieron de allí, dirigiéndose hacía una iglesia donde secretamente tendría asistencia médica.

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Pasó alrededor de una hora y todo se ha puesto… intenso, entre el dúo.

Por un lado, el de traje cían azúl estaba siendo atendido con urgencia, pues cada vez se ponía peor para él, debido a que con tal solo usar sus cuerdas vocales, el dolor empeoraba —A pesar que antes podía hablar un poco—. Y por otro lado, el de traje rojo lo esperaba a las afueras de las salas médicas, estando… bastante nervioso y preocupado. Realmente lo estaba, no quería que su nuevo compañero de trabajo le sucediera algo.

El agente Leland tenía la miraba abajo, sin agachar su cabeza, pensando en qué podría hacer para que las cosas mejoren, aunque obviamente es en vano; no era un médico profesional, ni siquiera un mago. Se quejó de la ira que estaba conteniendo, pues se estaba hartando de que sus compañeros espías cada vez le sucedían algo y no vuelvan con vida. Sin embargo, tendría que estar acostumbrándose, ya que las pérdidas no debería desanimarlo y renunciar ante todo sus años de esfuerzo. Debía tener determinación.

Minutos después de haber estado en esos sentimientos y en la espera, sale una enfermera con un uniforme rosado y blanco, llamando al espía a que pase y pueda ver al agente.

Al entrar, estaba Finn recostado en una camilla totalmente callado y en descanso con unas vendas en el cuello y en la muñeca izquierda, algunos tubos endotraqueales, líquido intravenoso y un monitor cardíaco, poniendo a Leland la piel de gallina. ¿Tan grave fue todo? Lamentablemente, sí.

Romance Encubierto {Finn McMissile X Leland Turbo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora