Capítulo 24 - Be mine

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Sus manos ascendieron desde mis hombros hasta mis mejillas, donde mantuvieron a mi rostro cautivo, impidiéndome escapar del beso feroz en el que sin darme cuenta mis propios labios se habían puesto a participar

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Sus manos ascendieron desde mis hombros hasta mis mejillas, donde mantuvieron a mi rostro cautivo, impidiéndome escapar del beso feroz en el que sin darme cuenta mis propios labios se habían puesto a participar.

Intenté resistirme cuando Eli me empujó hacia la cama, pero su boca astuta depositó toda la intensidad de sus besos en mi cuello, obligando a mis rodillas a flaquear y a mis dedos a hundirse en sus brazos fuertes que se negaban a soltarme.

Caí sobre el colchón y Eli se metió entre mis piernas antes de que yo pudiera cerrarlas.

—Eli... Detente —le pedí entre jadeos, y me desesperé al advertir que apenas conseguía hablar. El aire escaseaba en mis pulmones y mi corazón trepaba a través de mi garganta, convirtiéndose en un nudo gigante que me ahogaba—. Por favor..., no me hagas esto, Eli, por favor...

—Nadie lo sabrá —susurró él, su aliento acariciando la piel de mi cuello justo antes de que apoyara las manos sobre la almohada y quedara suspendido sobre mí. Su respiración como una brisa en mi rostro finalmente hizo que mis ojos se abrieran y se encontraran con los suyos—. Te lo prometo.

Cobrando vida propia, mis manos fueron a parar a sus mejillas. Mis pulgares acariciaron la suavidad de su piel y recorrieron la marcada línea de su mandíbula. Un sollozo sacudió el interior de mi pecho cuando su boca volvió a pegarse a la mía.

¿Por qué mis labios no se detenían, pese a que mis manos lo empujaban intentando quitarlo de encima de mí?

El mareo creció hasta alcanzar niveles desorbitantes y pasé de sentir que las cosas giraban a mi alrededor a sentir que yo era la que giraba y giraba sin parar.

—¡No, Eli! No... —lloriqueé retorciéndome debajo de él—. No quiero hacer esto, no puedo... ¡Detente!

Automáticamente, pero no sin dificultad, los labios de Eli se despegaron de los míos y fueron a parar a mi mejilla derecha, mientras que una de sus manos se amoldaba a la izquierda. Su pulgar barrió las lágrimas que se me habían escapado y al instante lo sentí sacudirse levemente sobre mí, y un sonido extraño escapó de su boca. ¿Acaso él también estaba... llorando?

—Te necesito, Ariana... —musitó, y mi estómago se encogió de la manera más dolorosa posible al oír esas palabras—. Te necesito tanto... Te extraño, y ya no aguanto, ya no puedo... No consigo tolerarlo, no puedo verte con él, Ariana. ¡No puedo! Por favor, sé mía... Aunque sea así, en momentos como este... Sé mía... Me haces falta.

Sus labios regresaron a los míos y los recibí sin siquiera poder oponer un mínimo de resistencia. Las lágrimas comenzaron a desbordarse libremente de las comisuras de mis ojos y a rodar hacia mi cabello, donde se perdían deshaciéndose.

¿Cómo se escapa inmune de una situación en la que tu corazón sigue gritando que no mientras tu cuerpo grita que ? ¿Cómo se piensa con claridad en medio de un incendio tan voraz y devastador?

Sin Sin Sin© /// COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora