Capítulo 12 - Make a wish

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—¡Ven aquí!

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—¡Ven aquí!

—¡No!

Nuestros pies chapoteaban sobre el agua mientras corríamos bajo la lluvia torrencial que se había desatado hacía unos minutos atrás.

—¡Hablo en serio, Ariana! —gritó Carter—. ¡Ven aquí!

¡No! —repetí—. ¡Ya sé cuáles son tus intenciones!

—¡Vamos! ¡Solo una pequeña mordida!

—¡Olvídalo!

—¿Y se puede saber a dónde piensas ir si estás corriendo hacia mi auto? Y mira, ya llegamos.

Me detuve jadeando y me apoyé sobre su auto. Mi cabello chorreaba agua; estaba empapada de pies a cabeza. Carter, en la misma situación que yo, se detuvo a mi lado y se apartó el flequillo mojado de la frente. Alcé el envoltorio del Kinder Bueno y le sonreí triunfante.

—Terminé de comérmelo mientras corría —anuncié.

Carter frunció los labios y entornó los ojos.

—¡Qué egoísta eres!

—¡Oye, era un regalo! ¡Tenía derecho a disfrutarlo yo sola! Mira, te prometo que mañana mismo te compraré un Hershey gigante si me dejas entrar a tu auto antes de que me ahogue aquí afuera. —Carter fingió meditarlo—. Por favor, sabes que el chocolate Kinder es mi debilidad. Jamás lo comparto con nadie.

Tras observarme con recelo durante unos segundos más, una sonrisita divertida curvó sus labios soñados.

—Trato hecho —dijo, sacando de su bolsillo las llaves para desbloquear las puertas del auto.

—¿Carter? —lo llamé unos segundos más tarde, mientras avanzábamos calle arriba camino a mi apartamento.

—¿Sí?

—Mmmm... Oli (ya sabes, mi amiga), acaba de enviarme un mensaje preguntándome si quieres cenar con ella, con Josh y conmigo mañana por la noche. Ya teníamos planeado reunirnos —expliqué con rapidez—, y como Oli nos vio juntos hoy... pensó que sería una buena idea incluirte.

—Bueno, no tendría sentido rechazar la invitación, ¿no? Ahora que soy tu novio, tengo que conocer a tus amigos.

Mi corazón dio un vuelco por demás de agradable. «Ahora que soy tu novio»; esas palabras y la forma tranquila y alegre en la que Carter las había dicho quedarían grabadas por siempre en mi memoria. No cabía en mí de la emoción, pero hice lo posible por disimularlo.

—Sí, es verdad —contesté despreocupadamente—, pero quería consultártelo, en caso de que ya tuvieras otros planes.

—No tengo otros planes, así que inclúyeme en los tuyos.

Intercambiamos una sonrisa y temí que las mariposas en mi estómago fueran a asfixiarme: no sabía si habían triplicado su número o si habían bebido demasiado Red Bull, pero estaban más eufóricas que nunca.

Sin Sin Sin© /// COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora